29/7/09

¿Quien soy?

Muchas veces se me pasa por la cabeza una pregunta: ¿Quién soy?


Se que es una pregunta universal, pero en mi caso esta pregunta me azota cuando no se distinguir dónde empieza la sumisa y acabo yo, es decir, ¿dejo de ser yo misma, con mi carácter fuerte, mi manera de hacer y/o decir las cosas, ... para ser la perra de mi Amo?


Algunas veces me han dicho que una de mis cualidades es la de saber ser "señora" en la calle y puta en la cama, pero a mi no me da la sensación en ningún momento que mi actitud o mi manera de hacer cambie en una u otra situación. Soy de las que creen que con educación y buenas maneras una puede ir a cualquier sitio, y aunque lleve mi collar puesto por la calle, me comporto de la misma manera que cuando no lo llevo, y en la cama... tengamos una sesión mas o menos dura soy igual, se lo que me gusta, se cuales son las fantasías de mi Amo y se complacerle, porque se qué le da placer y a mi me encanta hacérselo sentir. Supongo que la naturalidad con la que me entrego es la que a veces me hace tener en mente la preguntita del millón, pero cada vez que lo reflexiono acabo diciéndome a mi misma que soy así, que no hay dos en mi, que soy la perra de mi Amo, pero con personalidad.


Algunas veces pienso que si no tuviera el carácter fuerte, si no tuviera clara mi personalidad, o si no me quisiera a mi misma tal cómo yo me quiero (modestia a parte), una persona en mi misma situación podría caer en un bucle del que no podría salir, es decir, mi "papel" de sumisa podría anularme como persona, para dejar de ser quien soy y convertirme en un puro objeto, sin mas personalidad y deseo que el de su Amo. Entonces qué seria de mi después de una sesión?


He leído en demasiadas ocasiones a sumisas que han caído en la desesperación por no sentirse más que nada cuando su Amo las ha dejado, por no encontrar un lugar que ocupar en su vida y necesitar complacer a otra persona, sea cual sea, para sentirse "algo". A mi parecer, esa búsqueda desesperada de pertenecer a alguien es fruto de una depresión de caballo. Otras veces, hablando con Amos en el chat, me han dicho que por ser sumisa tengo demasiado carácter, incluso me han dicho que se me tendría que domar con mano dura, todo eso por hacerme respetar, porque no creo que por ser sumisa todo el que se precie como Amo tenga el derecho de llamarme perra, puta o cualquier otra palabra que, fuera del ámbito personal con mi Amo, pueda ser ofensiva. Prefiero pecar de orgullosa y egocéntrica que dejarme pisar por nadie, y si me dejo humillar por alguien es por propia voluntad, no por llevar una "etiqueta".


He vuelto a hacer lo mismo que las 200.000 veces anteriores, pongo mis dudas sobre el papel para intentar "organizar" mi mente y acabo en el mismo caos. Pero soy así, una perra orgullosa de ser quien es, una persona con carácter, con gustos, con una personalidad fuerte, que sabe lo que quiere y lo que desea, y ahora mismo, hoy por hoy, mi mayor deseo es el de complacer a mi Amo, porque lo que recibo cada vez que le complazco es la mejor de mis recompensas.

Perdón

Hace bastantes días que no he escrito nada en mi blog, espero sepan disculpar a esta mortal que, lejos de abandonar mis "tareas" más bién se me han complicado un poquito, espero que la espera de nuevas entradas no se haya hecho muy larga...

6/7/09

Autocontrol

Cuando vuelvo la vista hacia mi punto de partida, indudablemente veo todo lo que he crecido como sumisa. A menudo intento recordar cuales fueron mis primeros pasos en el BDSM, mis primeros temores, mis primeras barreras que superar, mis primeras reflexiones y dudas, en cómo a cada pasito me sentía gigante frente a los demás mortales.


Una de las primeras lecciones de mi Amo fue la de controlar el clímax, llegar a rozar el orgasmo sin llegar a él, manteniendo el placer y la excitación al límite, hasta que Él me permitiera dar rienda suelta a ese placer. Recuerdo las primeras sesiones por Messenger en las que me obligaba a masturbarme una y otra vez sin dejar que me corriera, roznado el cielo cada vez pero sin tocarlo. El juego me gustaba, pero sin darme cuenta iba tomando un gran control sobre mi cuerpo y sus reacciones.


Ese control se perdía instantáneamente cuando Su puño se cerraba dentro de mí. La sensación de placer máximo empezaba en ese preciso instante, y a medida que esa mano jugaba en mi interior, los orgasmos se sucedían uno detrás de otro sin poder, en ningún momento, remontar el control de mi placer. Cierto es que en algún momento, cuando mi Amo me decía que ese iba a ser mi último orgasmo, solía aguantar un poquito, pero con el fisting el placer es tan extremo que no podía evitar estallar poco rato más tarde, en una explosión tan extrema que no me permitía moverme ni hablar durante un buen rato después.


Hace pocos días practicamos fisting, tanto mi Amo como yo misma nos sorprendimos de mi autocontrol. Mi Amo es consciente que con esta práctica se abre el interruptor de mis orgasmos y no puedo más que dejar que juegue conmigo hasta que apenas me queda aliento y soy incapaz de hacer nada que no sea intentar recuperar la respiración. Esta vez fue diferente, mi mente ganó la partida a mi cuerpo, y fui capaz de aguantar hasta que me dio la orden de darle todo lo que me estaba guardando. El orgasmo fue tan, tan grande que casi perdí el sentido, pero el placer que sentí mientras mi Amo jugaba conmigo no tiene comparación con ninguna otra sensación sentida antes.


Hoy por hoy ya no tengo la necesidad de acabar corriéndome cada vez que empieza la excitación, puedo sentir el placer con tal intensidad y tan al límite del orgasmo que parece que esté en un clímax interminable todo el rato. Más que dar otro pasito creo que he dado un gran paso, puedo correrme sólo cuando mi Amo lo requiere pero puedo sentir el más grande de los placeres cada vez que me somete.


Ahora veo que lo que empezó siendo un juego que yo creí que era para crearme adicción, para estar siempre pendiente de cuándo me dejaría terminar, cuándo podría dejar de estar al límite, cuántas veces tendría que aguantarme para que me concediera correrme, se ha convertido en el control de mi mente sobre mi cuerpo, hasta el punto de sorprenderme a mi misma, hasta el punto que mi Amo se siente orgulloso de mis progresos y yo me siento orgullosa de ser capaz de complacerle cómo y cuando Él desea que lo haga.

Un regalo diferente

Desde que nuestra relación empezó a tomar un aire más “formal”, siempre quise sorprender a mi Amo con algo, con un detalle, con cualquier cosilla que pudiera hacer que se acordara de mí en los momentos en los que no podía estar a su lado. Muchas veces había sido un verdadero quebradero de cabeza pensar en algo distinto, en algún detalle que ninguna de sus anteriores sumisas le hubiera dado nunca, o algo que fuera único, un detalle muy, muy personal.

En cada una de nuestras citas Él me obsequiaba con sus sesiones, eran sorprendentes, inéditas, con magia y autentica sorpresa, cada vez que nos veíamos lograba regalarme algo que hacía que mi mente no pensara en otra cosa, y yo siempre iba con las manos vacías, sin saber que darle más que mi entrega y mi ser. Además tenía siempre ese detalle de darme un mechero cada vez, y yo seguía sin saber qué darle.

Ese día me iluminé, hablábamos de nuestras fantasías por el Messenger, y salió el tema de lo mucho que le gustaba exhibirme por la calle, ver las miradas de la gente y despertar más de una envidia. En ese momento supe que regalarle.

Unos días antes de nuestro encuentro fui a la tienda de animales, busqué como una loca para encontrar una correa perfecta, tenía claro que la empuñadura sería de cuero negro, y la cadena no debía ser demasiado larga, ni demasiado gruesa. Después de desmontar media tienda la encontré, era perfecta para conjugarla con la argolla de mi collar. Pero no podía ser una correa convencional, así que cogí una medallita de plata y la hice grabar con mi nombre de perra, ANUBIS, y la coloqué en la base de la empuñadura. Ese sería el regalo perfecto.


Realmente mi Amo se llevo una muy grata sorpresa, le encantó mi regalo, le sorprendió y para Él fue muy significativo. A menudo me saca a pasear, aunque por circunstancias no siempre lleve la correa enganchada en la argolla de mi collar, siempre la lleva en su mano, al igual que en mi cuello luzco su collar aunque sea con la argolla escondida. No siempre es posible mostrar lo que uno siente sin ofender a alguien. Sabemos que nuestra unión va mucho mas allá de los símbolos, aunque a veces un detalle puede reafirmar lo que uno sabe, y al lucirlo con orgullo te hace poseedor de una verdad absoluta, la verdad de saber que Él es mi Amo y que yo le pertenezco.

1/7/09

Hasta dónde...

Muchas veces se me plantean dudas acerca de mis límites, no sé si tomarlos como un reto personal que debo superar o bien como una cima que debo alcanzar algún día. A veces la escalada se hace difícil, la pendiente, según la situación, es muy empinada y cuesta dar un paso adelante. Lo bueno es que si la cuerda te sujeta con fuerza acabas subiendo la rampa, y el esfuerzo siempre vale la pena. El paisaje que se puede ver desde un poco más arriba es precioso.


Aquella fue una sesión de “castigo”. Por la mañana mi Amo se había entretenido con mis pechos, los cuales aun tenía algo doloridos, y esa tarde la sesión sería bastante dura. Sé que el dolor me da placer, pero en su justa medida, si la justa medida es durante demasiado tiempo digamos que el dolor empieza a doler. Así fue, los fustazos se sucedían uno detrás de otro sobre mis pechos, entre otras partes de mi anatomía, pero como ya he dicho, mis pechos estaban algo sensibles por el calentamiento de la mañana. La excitación y el placer que sentía eran enormes, hasta que en un momento concreto mi mente se colapsó. Yo me colapsé. Lo que parecía que sería un orgasmo de los que hacen historia se convirtió en el arranque súbito de una llorera desconsolada. En ese momento sentí dolor, supongo que me preocupé más de intentar saber hasta dónde aguantaría mi cuerpo que del placer del momento. Fueron unos instantes en los que tuve que reconducirme a mí misma, me vi en manos de mi Amo que por primera vez me castigaba más de lo que yo creía poder aguantar, el placer que sentía dejó de ser placentero, y unas lágrimas que nunca antes habían aparecido lo hicieron, hasta el punto de preguntarme por qué estaba en aquella situación y no lo detenía con la palabra de seguridad. La primera de mis preguntas fue que si detenía el juego en ese momento ¿defraudaría a mi Amo? La respuesta, que estaba más que hablada con Él, era NO. Y lo sabía con certeza, pero aun así en aquel momento lo puse en duda. Otra de las cosas que me pasaron por la cabeza fue que si mi cuerpo pertenecía a mi Amo, entonces Él podía disponer y hacer lo que quisiera con ese cuerpo. No, esto no funciona así. La verdadera cuestión vino cuando en mi desesperación voluntaria me miré desde fuera de mí y le pregunté a ese cuerpo dolorido por qué estaba allí aguantando unos golpes que no eran de su total agrado. La respuesta fue muy simple, porque en esos golpes buscaba placer, el placer de entregarme, el placer del dolor, el placer de dar placer a mi Amo.


Supongo que a la gran mayoría de las sumisas se les presenta la duda de hasta qué punto el no querer defraudar a su Amo puede llevarlas a hacer cosas que no deseen hacer. A ver si puedo explicarme para no herir sensibilidades ajenas. En mi caso no aguanté por Él, aunque reconozco que se me pasó por la cabeza. Lo hice por mí. Creo que cuando se rompe la barrera de un límite preconcebido el miedo te invade por la incertidumbre de hasta dónde puedes llegar, eso te lleva a justificar el por qué no lo detienes con cualquier excusa, ya sea la de no defraudar al Amo o cualquier otra. Desde ese día soy consciente que, aunque no pueda decir aun que tengo límites concretos, si tengo límites preconcebidos, y a cada paso que doy es un poco más difícil cruzar la barrera, y eso a veces me asusta. Mi gran suerte es que en manos de mi Amo no voy a la aventura, se que Él es consciente y sabe lo que hace en cada momento, y aunque tenga mis miedos, eso me da mucha confianza y tranquilidad.


Volví a tomar las riendas de mi misma en ese momento. Dejé de sentir dolor, las lágrimas cesaron, la serenidad me invadió de nuevo y de nuevo volvió la excitación que hizo del dolor intenso que sentía un placer inexplicable. Mi Amo no quiso que me corriera en ese momento, me costó un gran esfuerzo aguantar pero no lo hice. Después tendría mi recompensa, valió la pena el esfuerzo, valió mucho la pena.


Después de la sesión mi Amo y yo hablamos de cómo se había desarrollado, de lo que habíamos sentido. Mi Amo me dijo "ves lo que pasa si quieres correr más de la cuenta? Se que podías aguantar la intensidad, pero lo he alargado más de la cuenta para que vieras que si cruzas la linea puedes dejar de sentir placer. Otro día di la palabra de seguridad. Hoy he parado, otro día quizás no lo haga". Me quedé sin palabras, como si hubiese leído mi mente supo todo lo que se me había pasado por la cabeza en mi "colapso". Supongo que ese fue el primero de muchos colapsos que aun me esperan, cada vez la rampa es mas inclinada y los miedos cuestan un poco más de difuminar. No dejaré de usar la palabra de seguridad, eso lo tengo claro, pero hoy por hoy no me ha hecho falta, las manos que me guian son sabias y saben hasta donde llegar cada día, poco a poco, con paso firme, sin prisa, pero sin pausa.