24/12/09

Feliz Navidad

anubis os desea
de corazón
que paseis una muy
feliz Navidad!!!

15/12/09

Una ocasion especial... (parte 2)

Cuando abrió la puerta, me percaté que había un trípode con una cámara.


- ¿Vas a filmarme? – le pregunté.

- Sí. –respondió. – ¿No te parece bien? – me preguntó.

- Sabes que haré todo lo que tu desees, mi Amo, pero no quiero que la grabación caiga en según qué manos.

- No te preocupes, sabes que siempre cuido de ti, y seguiré haciéndolo.

Lo sabía, es más, alguna vez me había filmado pero, si he de ser sincera, me daba corte saber que iba a filmar la sesión, nunca me ha gustado verme por la pantalla.

Cogió un plug hinchable, le puso un poco de lubricante, me hizo quitar el tanga y me lo introdujo. Bombeó una vez, notaba como se dilataba dentro de mí. Bombeó otra vez, notaba la tensión de mi esfínter contra el tamaño en aumento del plug. Me encantaba esa sensación, decir lo contrario sería mentir. Salió de la habitación y me dejó allí, de cuatro patas, con el plug hinchado, notando como mi culo se dilataba por momentos, cada vez sentía menos tensión, se amoldaba al plug a la perfección.

Al cabo de poco rato oí sus pasos acercándose, se abrió la puerta y se quedó mirándome desde el umbral. Metió la mano en el bolsillo y sacó un pañuelo negro. Cogió la correa y tiró fuerte de ella para que me levantara. Me tapó los ojos.

- Quítate las pinzas, ya hace demasiado rato que las llevas. Con cuidado, te dolerá.

Lentamente abrí una de las pinzas. Por más cautelosa que fuera liberando mi pezón, la sensación que tenía era la de una aguja clavándose en él. Era un dolor muy agudo, delicioso. Cuando liberé por completo el pezón lo masajeé lentamente para reactivar la circulación, como mi Amo me había enseñado. Después repetí la operación con el otro. De igual forma sentí aquel dolor punzante, de igual forma sentí placer con ello. La tensión de mi cuerpo ante el dolor hizo que me percatara de nuevo en el plug que habitaba en mi cavidad, gemí.

- Dime como te sientes zorra. Mírate, dime como te ves ahora, así, sodomizada por una polla de plástico, gimiendo como una perra. ¡Díselo a tu Amo! - me ordenó.

- Me siento... - no sabía cómo explicarme, eran tantas las sensaciones que tenía, que no lograba ordenarlas para expresarme

- ¡Dímelo! - volvió a ordenarme.

- Mírame mi Amo, aquí tienes a tu perra, a tu zorra. Me siento tuya, puedo sentirme todo y sentirme nada, me siento vulnerable al máximo, y a la vez soy capaz de todo contigo. Soy una puerca, una guarra que se moja por momentos ante tu presencia. Solo se servirte, hacer lo que tu deseas, sirvo para darte placer, como una vulgar puta, como la puta que soy, tu puta, mi Amo. Esta perra desea que la tomes, espero ser digna de que me sometas y me uses. Haz de mi lo que quieras.

- ¿Y qué es lo que necesita mi puta?

- Dolor mi Amo, tu puta necesita dolor...

Una lágrima se escapó rodando por mi rostro, podían más las ganas que mi razón.

- Dame dolor mi Amo, por favor...

Estaba suplicando, era la primera vez que pedía algo a mi Amo. Jamás había exteriorizado de aquel modo una necesidad, me avergoncé y le pedí disculpas. Mi Amo se acercó y me abofeteó con fuerza. Noté sus dedos marcándose en rojo en mi mejilla. Y con tono severo me dijo:

- ¿Quién te crees que eres para pedirme nada? Sabes que tu Amo te dará lo que mereces. No vuelvas a suplicarme jamás. ¿Entendido?

- Sí, mi Amo - contesté.

- Abre la boca, quiero ver como babeas como la perra que eres.

Me puso una mordaza de bola. Me cogió por el brazo y me colocó en el centro de la habitación, donde cuelgan desde el techo unos grilletes. Me ató las manos. Con la fusta me dio un golpe seco en cada muslo para que abriera las piernas, y así lo hice. De nuevo apretó la pera del plug, lentamente. Notaba como mi cavidad se iba dilatando al ritmo que el plug se hacía más grande. Empezó a jugar con él. Lo movía lentamente al principio, haciendo movimientos rotativos, después lo sacó parcialmente, noté el frio del lubricante que añadió, movió el plug un poco para que se esparciera bien y lo metió de golpe. Después estuvo un rato metiéndolo y sacándolo bruscamente. Finalmente lo dejó en mi interior.

Cogió mis pezones y tiró de ellos con fuerza. Estaban doloridos por las pinzas, gemí.

- ¿No era eso lo que querías? Pedias dolor, ¿verdad puta?

Asentí con la cabeza. Notaba como mi humedad se deslizaba por mis muslos. Sentí vergüenza por el hecho de sentir tanto placer. Entonces empezó a golpear mis pechos con la fusta. Los acariciaba y volvía a golpearlos. Así durante un rato, hasta que el dolor era casi insoportable, hasta que notó que estaba a punto de correrme. Entonces, al notar la tensión de mi cuerpo al borde del orgasmo, paró en seco.

Cogió con fuerza mi mandíbula y dibujó mi barbilla con su lengua, mezclando su saliva con la mía. Mi lengua sedienta topaba con la bola. Deseaba tanto beber de su boca que aun babeaba más.

Noté como abría los labios de mi sexo, empezó a tirar de ellos. Me dio unas cuantas palmadas y después me puso pinzas. Era tanto el placer que sentía que notaba que me faltaba el aliento. Recuerdo que en aquel momento no sabía si lo que sentía era del placer, o ese ligero mareo era causado por hiperventilación, pero seguí dejándome llevar por el placer. Empezó a golpearme con la fusta en el clítoris. Después movió las pinzas y las golpeó con tal precisión que en cada fustazo saltaba una pinza. Entonces vino el látigo, podía notar el calor del cuero marcando en rojo mi culo en cada golpe, la espalda, el sexo… La sensación del látigo es tan envolvente que llega a ser una caricia para mi piel, el dolor aletargado de cada latigazo se convierte en un calor latente que perdura durante mucho rato. Era tan grande el placer que sentía que no pude reprimirme y estallé en un orgasmo brutal.

Me faltaba el aliento, las piernas me temblaban, apenas me tenía en pié. Quitó el resto de las pinzas con la mano, me acarició con suavidad. Liberó mis manos y me ayudó a tumbarme en la camilla. Me quitó la mordaza y me preguntó:

- ¿Qué te ha pasado, zorra?

- Me he corrido mi Amo, no he podido aguantar más, lo siento…

Me incorporó y apoyó mi cabeza en su pecho. Me acarició el pelo.

- Gracias mi Amo – le dije.

Deshinchó el plug y, con cuidado, lo sacó. Metió dos o tres dedos, no lo sé, en mi cavidad para ver si estaba dilatada. Lo estaba. Me hizo sentar poniendo una pierna en cada lado de la camilla y subió el respaldo para que quedara medio sentada. Oí como colocaba las perneras en la camilla y, finalmente plegó la parte inferior. Supe lo que quería, así que me senté justo en el borde y puse mis piernas en las perneras. Quería jugar conmigo.

Oí como se ponía los guantes de látex. Noté el frío del lubricante que esparcía con la punta de los dedos por mis dos cavidades. Entonces empezó a penetrarme con los dedos, con suavidad, poco a poco. Cada vez se sumaba otro dedo, hasta que noté como cedía la tensión ante el dichoso huesecillo del dedo gordo. Estaba dentro de mí. Entonces cerró el puño y empezó a jugar, a meterlo y sacarlo, primero parcialmente, luego por completo. Noté de nuevo el frio del lubricante cuando entró en acción la otra mano. Iba metiendo y sacando los puños alternativamente, se paraba un rato a jugar dentro y volvía a salir y entrar. Mis lágrimas empapaban el pañuelo, ahogaba mis gemidos mordiéndome la mano. El placer era extremo, como si estuviese en un orgasmo constante. Se entretuvo a explorar mi cavidad abriéndola con ambas manos. Lamió mi clítoris por unos segundos, nunca lo hace. Después metió uno de los puños y empezó a meter la otra mano al mismo tiempo, notaba la tensión, pero lo hacía tan lentamente que mis tejidos cedieron sin problema. Era la primera vez que lo hacía, que me abría de esa manera. Jugó un buen rato de ese modo, no sé cuantas veces me corrí.

Entonces cogió un guante y me lo puso.

- Mira cómo estás, zorra, cabrían tus dos manos ahora mismo.

Guió mi mano hasta mi sexo e hizo que metiera mi puño dentro. Realmente estaba muy dilatada, me sentía muy guarra, me sentía un agujero usado.

- ¿Te gusta estar así, zorra?

- Sí, mi Amo, sabes que me encanta sentirme usada.- dije medio susurrando, porque me faltaba el aliento.

Me quitó el guante y me apoyé en el respaldo. Entonces empezó a penetrar mi culo con los dedos. No podía evitar gemir. Poco a poco fue introduciendo los dedos, uno a uno, hasta llegar al cuarto. Entonces empezó a dar movimientos rotativos con la mano y de vez en cuando se entretenía a tocarme el clítoris con el dedo gordo mientras abría los dedos dentro de mí. Noté como hacía despuntar el clítoris con la otra mano, abriendo poco a poco mis labios, y empezó a rozar el punto más sensible con el dedo gordo. Era deliciosamente desagradable. Los espasmos que tenía por el contacto brusco con ese punto tan sensible, hacían que me contrajera, pero su mano no cedía ante la presión de mis músculos, y aun hurgaba más fuerte.

Esa mezcla de dolor y sensaciones me transportaba a otra dimensión del placer. Me sentía como un vulgar objeto que servía solamente para dar placer a mi Amo, pero ese placer era recíproco: cuanto más me usaba, cuanto más manipulaba mi cuerpo, cuanto mayor era la vejación, cuanto más guarra me sentía en sus manos, mayor era mi placer, me sentía más libre de tabúes y de complejos, me sentía más mujer, mas capaz de todo. Sentía que estaba en otro nivel, por encima del resto de los mortales, cuanto más sometida estaba, cuando mas suya me sentía.

Seguía en mi cumbre de placeres indescriptibles cuando de repente sacó su mano de mi culo, bajó mis piernas de las perneras y me ordenó que me pusiera a cuatro patas, apoyada en la camilla. Notaba lo abierta que estaba, aun más cuando separó mis nalgas con ambas manos para observarme. Entonces dio la vuelta a la camilla, puso su boca cerca de la mía, me besó suavemente y me dijo:

- Eres preciosa.

Me eché a llorar como una cría. Jamás pensé que esas palabras pudieran tocar mis sentimientos de la manera que lo hicieron. Sentí el orgullo que sentía mi Amo al poseerme sintiéndome suya. Y así, sin más, penetró mi culo con fuerza, con más fuerza que nunca, me agarró del pelo y tirando hacia Él notaba cómo se movía dentro de mí a grandes golpes, y de repente noté la tensión de su miembro, y su calor que me inundaba. Me regaló todo su placer.

Estaba tan extasiada que a duras penas pude susurrar un “gracias”. Entonces bajó el respaldo de la camilla, me hizo tumbar en ella y me tapó con una manta. Estaba temblando. Tenía mucho frío. Me acercó un poco de agua y bebí de golpe hasta la última gota del vaso. Me acarició el pelo de nuevo y me dijo que descansara. Me pregunté entonces por qué no me destapaba los ojos, pero no dije nada. Oí sus pasos alejarse y no recuerdo más que el despertarme en la habitación con mi Amo sentado a mi lado observándome.

- ¿Como estas?

- Bien, mi Amo, estoy bien. Muy cansada. – contesté.

- Deja que te ayude a quitar el corsé y duerme. Come algo primero.

En la mesilla había un vaso de leche y unos bollos. Me senté en la cama de espaldas a mi Amo y me ayudó a desabrochar el cordaje del corsé. Me tapé la espalda con la manta y devoré los bollos y la leche ante la mirada de mi Amo. Ambos nos miramos y estallamos a reír a la vez.

- ¡Veo que tenías hambre! – dijo.

- ¡Pues un poco sí! - dije con la boca medio llena por un trozo de bollo.

Seguimos con las risas un rato cuando le pedí a mi Amo que me abrazara. Me sentí tan bien en sus brazos que hubiese parado el tiempo para seguir abrazados eternamente. Entonces le pregunté:

- ¿Qué tal la sesión?

- Eres la mejor, y lo sabes. Venga, acuéstate y mañana hablamos con calma, que estas muerta. Eres la mejor – repitió.

Me tumbé en la cama, me tapó, me dio un beso en los labios. Vi cómo se alejaba me miraba desde la puerta y apagó la luz. Sus palabras se transformaron en un eco que rebotó en mi alma hasta que cedí ante el cansancio y me dormí.

El lunes por la mañana fui al trabajo aun dolorida por la sesión del viernes. Más que dolorida, sentía el calor de los latigazos aun tatuados en mi piel. Cuando tenemos sesiones de esta índole, el calor del látigo suele tardar tres o cuatro días en desaparecer. Debo reconocer que me encanta la sensación. Me recuerda en cada momento lo vivido con mi Amo.

Cuando entré en la oficina y di los buenos días, me extrañó la euforia con la que me saludó Alberto. Pero no le di ninguna importancia. Me fui a mi despacho y me puse a trabajar en el montón de facturas y albaranes que habitaban mi mesa. Recuerdo que cuando fui a por café, Alberto vino hacia la cafetera y con una sonrisa me preguntó:

- ¿Qué tal el fin de semana?

- Muy bien, gracias – respondí.

- Tengo una cosa para tu Amo y para ti, a la hora de plegar te la doy.

- ¿Y qué es? – pregunté.

- Es una sorpresa, preciosa.

Se sirvió un café y se fue hacia su mesa. Yo me quedé allí, aguantando mi baso, sin reaccionar ante la sorpresa que Alberto tuviese que darme algo. Me comí la cabeza un rato preguntándome qué sería. Ante la duda opté por dejar de pensar y me fui a mi despacho.

Cuando faltaba poco para la hora de plegar, Alberto llamó a la puerta de mi despacho. Antes que yo contestara entró y cerró la puerta detrás de él.

- Toma, aquí la tienes.

Me dio un sobre con un CD dentro. Le pregunté:

- ¿Y de qué es? ¿música?

Alberto se echó a reír a grandes carcajadas ante mi pregunta. Aun con una sonrisa burlona en la cara me dijo:

- No preciosa, no es música. Es mucho más bello que la música. Es más bien una película. Espero que os guste el montaje.

Cuando llegué a casa le comenté a mi Amo que Alberto me dio una película. Mi Amo me dijo que la pusiera, que iba a gustarme. Encendí la televisión y puse el CD. Me senté en el sofá, al lado de mi Amo, y le di al play del mando a distancia. Entonces, ante mi sorpresa, vi a una zorra a cuatro patas a la que su Amo le hacía quitar las pinzas, a la que humillaba, a la que ataba a unos grilletes que colgaban del techo en el centro de una habitación, a la que sometían con dureza y con cariño a la vez. Entonces me percaté que Alberto fue quien filmó la sesión e hizo el montaje. Sentí vergüenza por Alberto, pero ver las imágenes me hizo ver la belleza de la sesión, lo grande de ser sumisa, lo gigante que puedo llegar a ser en manos de mi Amo.


FIN

14/12/09

Una ocasion especial... (parte 1)

Estaba en el trabajo, sentada frente al ordenador de la oficina, tecleando la carta que me dictaba el comercial, para mandarla a un cliente. Quedó mudo por segunda vez, a lo que aparté la mirada de la pantalla y le pregunté si pasaba algo. En su boca se dibujó una sonrisa burlona y me preguntó de dónde había sacado el anillo que llevo. Le dije que me lo había regalado una amiga. Me preguntó si sabía el significado del triskel que hay grabado en el anillo Me puse seria, le dije que sí. La sonrisa burlona se convirtió en una carcajada, a lo que empecé a ponerme nerviosa y, algo mosqueada, le pregunté si íbamos a terminar con la carta o a hablar de cosas personales, porque yo tenía cosas que hacer y no tenía tiempo para más.

- No creo que tengas ni idea de lo que significa el triskel - dijo.

- Más que tú – le contesté.

Su gesto cambió de repente. Se puso serio, severo, su mirada se clavaba en la mía de tal modo que acabé por bajar la vista hacia el teclado. Cogió mi mano con fuerza y poniendo el anillo frente a mi cara me preguntó de nuevo si sabía qué significaba el símbolo del anillo. Grité un sí seco, molesta por su actitud, cabreada por su prepotencia, y aun mas porque me ganó en el reto de miradas.

- ¡Dímelo! - me ordenó secamente, a lo que respondí con furia:

- No eres nadie para mandarme nada, y no tienes ningún derecho a hablarme de esta manera.

Me hacía daño, apretaba mi muñeca con fuerza y seguía esperando mi respuesta en silencio, sus ojos clavados en los míos y su mano apretando cada vez con más fuerza mi brazo.

- Si no sabes lo que significa el triskel búscalo en el google! – le grité, y con un gesto seco intenté liberar mi brazo de su mano. No pude. Tenía miedo, no sabía qué hacer, seguía allí sentada, con mi mano presa por la suya, su mirada severa castigándome sin decir ni una palabra, me sentí impotente y furiosa pero sobretodo impotente.

- Así que aquí tenemos a una puta sumisa.- dijo.

- Sólo lo soy para mi Amo- contesté.

Al decir esas palabras me soltó la mano. Me acaricié la muñeca con la otra mano, me dolía. Y volviendo mi mirada a la suya y con toda la furia del mundo le dije:

- Antes que preguntes si tengo o no dueño ya te digo de entrada que sí lo tengo, así que déjame en paz porque yo a ti no te debo nada. ¿Seguimos con la carta o piensas quedarte toda la tarde mirándome y haciéndote una paja mental conmigo?

Seguía sintiendo miedo, aunque intenté disimularlo mostrándome segura de mi misma y un tanto prepotente hacia él.

- Mis respetos a tu Amo y discúlpame, si puedes.

Sus palabras me sorprendieron. Su gesto se suavizó. Aunque su mirada ya no era un puñal amenazante no se apartaba de la mía, y le contesté:

- Tus respetos serán transmitidos, no hay nada que perdonar, pero la próxima vez pregunta con educación y no tendré ningún inconveniente en contestar de igual forma. ¿Seguimos?

Cuando terminamos con la carta salí del despacho camino a la impresora, me siguió con la mirada a través de la cristalera del despacho. Me sentía algo incómoda por la situación, aunque me enorgullecía de haber puesto los puntos sobre las íes. Regresé con el documento y sin mediar palabra se lo di y regresé a mi despacho.

La tarde siguió con cierta intranquilidad, me sentía perseguida por su mirada, aunque no cruzamos ninguna palabra más que no fuera imprescindible y sobre el trabajo.

Cuando llegué a casa le conté lo sucedido a mi Amo, me escuchó con atención, y después me dijo:

- Esta es mi zorra, estoy orgulloso de ti- nunca me llama por mi nombre, a veces hasta dudo que lo sepa – no te preocupes, mañana vendré a buscarte al trabajo, así verá a quién perteneces.

Al día siguiente, la jornada fue bastante tensa, no podía quitarme de la cabeza la escena del día anterior, y me sentía perseguida continuamente por la mirada de Alberto, el comercial. Por la tarde mi Amo, efectivamente, vino a buscarme. Lo que no podía imaginar es que conocía a Alberto. Ante mi mirada perpleja, se saludaron efusivamente, no supe cómo reaccionar y me mantuve al margen. No sé qué fue lo que se dijeron, de qué hablaron. Me aparté y me encendí un cigarro, no sabía cuál debía ser mi actitud frente a ellos, por lo que opté por no actuar. Fueron tres los cigarros que me fumé mientras ellos hablaban, lo recuerdo porqué pensé que estaba fumando demasiado, pero los nervios me podían. Al rato mi Amo me llamó, a lo que acudí sin demora.

- ¿Qué deseas?- pregunté.

- Alberto es un antiguo compañero de “batallas”, salúdale como es debido.

Agaché la mirada e hice lo que mi Amo me había ordenado. Se me hizo muy raro tomar esa actitud frente a Alberto, primero porque con mi Amo no usamos el “protocolo” del BDSM fuera de las sesiones, aunque me sepa la teoría, y segundo, porque mi relación con Alberto era la de compañeros de trabajo y se me hacía muy raro tratarlo protocolariamente después de tanto tiempo tratándolo como a un igual.

Al poco rato nos fuimos a casa, le pregunté a mi Amo qué actitud debía tomar con Alberto a partir de entonces, me contestó que simplemente fue una manera de marcar a quién pertenezco, que mi actitud con él debía ser la misma que hasta entonces, y que no me preocupara que no iba a acosarme ni a meterse conmigo por ser sumisa, que el tema había quedado más que claro. Sus palabras me aliviaron, aunque no salía de mi perplejidad por el encuentro. No le pregunté nada a mi Amo, no quise meterme en su pasado, y menos aun si no era Él quién sacaba el tema, por lo que me mantuve con la incógnita.

Pasaron los días y la relación con Alberto fue de lo más normal en el trabajo, como si el incidente del anillo no hubiese ocurrido nunca. Casi ya lo había olvidado, es más, se creó entre nosotros cierta complicidad por el hecho de saber de nuestra condición, y por la amistad entre él y mi Amo.

Ese día, por la tarde, mi Amo me hizo poner un plug para ir al trabajo. Otras veces me había hecho poner las bolas chinas para llegar a casa empapada y usarme a su antojo, lo del plug lo reservaba como castigo, pero aquella vez fue sin motivo alguno. Aun así obedecí sin rechistar. La incomodidad de llevarlo puesto me hacía pensar en Él todo el rato, pero la sensación era excitante, no recuerdo cuantas veces tuve que ir al baño para secarme. Suerte que por la tarde solo trabajaba tres horas, y la espera para llegar a casa no se me hizo muy larga. Confieso que estaba excitadísima, y solo tenía en mente mis deseos de ser sometida.

Al llegar a casa mi Amo me hizo quitar el plug. Me preguntó qué tal había ido la tarde, le confesé que estaba muy excitada, aunque me avergonzaba admitirlo.

- De eso se trataba, zorra. –me dijo.

Me ordenó que vistiera para una ocasión especial, que me pusiera el corsé nuevo de cuero, que deja mis pechos al aire, las medias, los tacones altos y el collar. Me duché, repasé mi sexo con la cuchilla, me peiné y me maquillé para la ocasión, me puse el perfume que mi Amo me había regalado por mi cumpleaños. Estaba perfecta, como a Él le gusta que esté. Entró en el baño y me ayudó a abrochar el corsé, tiraba de las cintas con fuerza, con mucha fuerza. La presión del corsé sobre mi cintura casi me ahogaba, pero delante del espejo me sentía preciosa, presa del cuero que mi Amo me imponía, y que moldeaba mi silueta con la misma belleza que mi Amo moldeaba mi persona. Iba a ser una ocasión especial, más de lo que hubiese imaginado jamás. Mi Amo se retiró y yo acabé con los detalles, me puse el collar, los zapatos de tacón, y volví a mirarme en el espejo, aun faltaba algo. Corrí hasta la habitación y cogí del cajón unas pinzas con unas pequeñas borlas de cuero negro colgando, y adorné mis pechos con ellas. Una última ojeada en el espejo me dijo que estaba perfecta, que a mi Amo le iba a encantar el detallito de las pinzas.

Antes de ir al salón pasé por la cocina a por agua, estaba algo nerviosa y tenía la boca seca. Le dije a mi Amo si le faltaba algo, a lo que me respondió que le llevara una cerveza bien fría y algo para picar. Al ser aquella una ocasión especial, cogí una bandeja y puse en ella el platito con las aceitunas y el de los cacahuetes, la cerveza y una copa helada. Fui hasta el salón, mi Amo estaba sentado en el sofá, con las piernas cruzadas y un cigarro en la mano. Cogí un cenicero de la mesita y lo puse en la bandeja. Me arrodillé frente a Él y se la ofrecí. Permanecí allí de rodillas sirviendo de mesilla, con la mirada baja y sin moverme. Después de apagar el cigarro y hacer un trago de cerveza, alargó su mano y me acarició el pelo, me encanta que lo haga, para mí es un símbolo de que aprecia lo que hago para Él. Acto seguido se entretuvo a jugar con las borlas de las pinzas, con el dedo las balanceaba, tiraba un poco de ellas y seguía jugando. Seguía quieta, cabizbaja, aunque notaba cómo me mojaba por momentos y cómo el bombeo de mi sangre se hacía más y más presente en mi sexo. Casi parecía que mi corazón había bajado hasta allí. Mi respiración delataba mi estado de excitación, mi respiración y mi humedad.

- ¿Estás cachonda? – me preguntó.

- Sí mi Amo, lo estoy. - le respondí.

- Deja todo esto en la mesa y ven aquí con tu Amo – me ordenó.

Sin mirarle a los ojos me levanté e hice lo que me había pedido. Dejé la bandeja sobre la mesa y volví a arrodillarme a sus pies. Se levantó, se desabrochó el cinturón, siguieron el botón y la cremallera. Agarró mi pelo con una mano mientras con la otra liberaba su miembro. Violó mi boca, con fuerza. No paró ni cuando tenía arcadas. Tuve la sensación que iba a vomitar en cualquier momento. A Él le daba igual, a mí también. Mis ojos derramaban lágrimas, mi boca babeaba, mi sexo se empapaba cada vez más. Me cogió la cabeza con las dos manos con fuerza, me penetró hasta la garganta con violencia, y apretándome contra su cuerpo se mantuvo quieto dentro de mí hasta que empezó a faltarme el aliento.

- ¿No querías polla? ¿Eh, zorra?

Me soltó bruscamente, estaba babeando como una perra. Intentaba recuperar el aliento cuando volvió a cogerme del pelo, pero esta vez para ponerme de pié. Apartó mi mano, que iba a secar mis babas, lamió mis labios, me besó profundamente, succionó mi lengua y bebió mi saliva.

- Todo esto también me pertenece, no lo olvides jamás, zorra.

No pude contestar.

Se dirigió hasta la chimenea, abrió el pequeño baúl de teca que hay encima de la repisa, y sacó la correa que yo le había regalado, con la empuñadura de cuero negro, y una medalla de plata con mi nombre de perra gravado.

- ¡Ven! – me ordenó. Me puse a cuatro patas y me dirigí hasta dónde Él estaba. Enganchó la correa a la argolla de mi collar, y con un gesto seco me hizo poner en movimiento, hacia la habitación de los “juguetes”.

.............


4/12/09

Mi primera vez

Sábado por la noche, lo más difícil fue intentar aparcar el coche cerca del local. Después de no se cuantas vueltas por los alrededores lo conseguimos, aunque cuando nos dirigíamos a nuestro destino sólo veíamos la cuesta que después nos tocaría subir...

Aun era temprano, así que nos dirigimos a un bar cercano para hacer tiempo. Una caña, una tapita de jamón y una buena conversación hicieron la espera más agradable. La anécdota del momento fue la entrada de una pareja en el bar, ella altísima, pelo largo, ondulado, ojos oscuros, una gran sonrisa gravada en la cara y un collar precioso con una gran argolla en el centro. Él me quedaba de espalda, así que no pude fijarme muy bien en su aspecto, lo que si que divisé fue que vestía de negro y llevaba unos pantalones de cuero, era moreno y de complexión fuerte. La verdad es que no se muy bien porque me entretengo a describir a la pareja, pero bueno, la cuestión es que yo en aquel momento no llevaba el collar puesto, pero creo que nos divisamos ambas parejas a primera vista, ya que las miradas entre ambas sumisas se cruzaron varias veces y nos sonreímos en mas de una ocasión.

Salimos de dicho bar y nos dirigimos al local. Delante de mí había una puerta de madera con un timbre. Mi Amo llamó y pronto una señorita nos abrió la puerta y nos invitó a entrar. Pasada la cortina una barra, una pareja sentada, hablando con la señorita que un momento antes nos había abierto la puerta, y un Señor al que mi Amo se dirigió, y se saludaron. Hechas las presentaciones e intentando guardar la compostura de la buena sumisa en sociedad, mi Amo me invitó a sentarme, y estuvimos un rato hablando con el dueño. Debo reconocer que en un principio me daba un poco de "corte" el hecho de estar en un local BDSM, jamás había pisado uno. Pero cuando ya llevaba cinco minutos allí, mas que sentirme extraña, me sentí como en casa.

Cruzamos unas palabras con la pareja que estaba en la barra. Ella era bastante joven, por lo que escuché tenia poco mas de veinte años. Me pareció un ángel. Aunque me percaté que estaba algo nerviosa, por el tembleque de sus piernas, por la manera de fumar, el gesto de su cara, buscando la aprobación de su Amo cada vez que hacía algún comentario. Su Amo me pareció encantador, un Amo seguro de si mismo, orgulloso y feliz con su sumisa. Los Amos se contaron algunas anécdotas, las sumisas metimos baza, la señorita de la barra un encanto. El echo que el Amo del ángel (lo llamaré así) no contara anécdotas de su sumisa, si no que lo hiciera de otras sumisas anteriores, me hizo pensar que la muchacha era muy nueva en esto. Quizás por eso los nervios. Al cabo de un rato se despidieron de nosotros y se fueron del local. Me quedé con las ganas de decirle que era preciosa, pero no tuve ocasión.

En la pared frente a la barra había fotos, ese día hacían una entrega de premios de fotografía fetich. El látex reinaba en las imágenes, muy sugerentes... Debo confesar que me encantaron, Había una foto que me llamó la atención asi de entrada, muy impactante, más bien diría chocante. En cambio la que ganó es mas para observarla con detenimiento, es deliciosamente emotiva y tremendamente bella. Gran merecedora del premio, aunque lo dicho, no me percaté de todo el contenido hasta que la vi con detenimiento.

Visitamos la mazmorra, confieso que me entró un hormigueo en el estómago cuando me imaginé presa en la cruz de San Andrés, o dentro de la jaula colgante que hay en el piso de arriba. Algún día lo tengo que probar!

El local se fue llenando de gente, en su mayoría usuarios del látex. Lo mas impresionante era que por más extravagantes que pudieran parecer esas personas, con sus máscaras y demás, había un ambiente de total normalidad. Lo dicho, como en casa! Y la encantadora pareja... quizás fueron los que me llamaron mas la atención. Era una pareja mayor, seguramente llevarían media vida juntos, casados por la iglesia, como se hacía en aquellos tiempos. Ella era muy guapa, con su pelo recogido, su gran escote, su vestido de cuero, preciosa! Él con la cabeza afeitada, su sonrisa tatuada, vestía de negro y no escatimaba en atenciones a su Dueña. Me parecieron sublimes, un icono, que bonito! Ah! Por cierto, la pareja del bar también acudió al local.

Aquella fue mi primera vez, la primera vez que estaba en "sociedad", debo decir que para mi fue una experiencia mucho mas grata de lo que imaginaba. Una está acostumbrada a una sociedad repugnantemente crítica con las demás personas, llena de envidias, que no saben más que señalar con el dedo y ponerse a todo el mundo en la boca para soltar culebras. En cambio en aquel ambiente reinaba el respeto y cada cual se preocupaba de lo suyo, nadie opinaba nada sobre los demás, sobre su vestimenta o su forma de actuar o ser. Realmente ver que el respeto que se predica en el BDSM es una realidad por la gente que lo practica, es realmente gratificante.

La velada fue maravillosa: la gente, el lugar, el ambiente, y sobretodo la compañía.

Espero volver pronto por el Rosas 5 (pero la próxima que sea para probar la cruz!) Y no se si el Señor Kurt leerá jamás esta entrada, pero agradecerle de corazón su cordialidad y amabilidad.

anubis{M}

P.S.  Las fotos antes mencionadas:

Título: Alien      Autor: Cronos








Titulo: Espejo     Autor: Wicked enemy



1/12/09

Sumisa, sí. ¿Pero a que precio?

Muchas veces me pregunto el por qué soy sumisa. Mi conclusión es que lo soy por necesidad. Porque necesito entregarme, dar todo de mí, complacer y disfrutar de mi entrega. No es fácil llegar a ser consciente que una pueda necesitar de todo esto para encontrar su equilibrio cuerpo-mente. A veces creo que este equilibrio se desmonta, cuando los placeres de la carne son tremendamente gigantes, creo que mi mente ocupa un segundo plano. Entonces la razón pega un giro enorme y se pone en primer lugar. El vaivén de la balanza llega a marearme a veces.

Mi forma de entrega es total, en los momentos en los que estoy con mi Amo, doy todo de mí, pero fuera de estos momentos tengo mi vida, al margen de la sumisa que llevo dentro. Está el trabajo, la familia, los amigos, los proyectos personales,…en definitiva todo lo que ocupa el resto de mi vida. No soy 24/7, aunque gran parte del tiempo piense en mi Amo, en nuestra relación, aunque vista según sus gustos e intente estar siempre perfecta para Él. Y no es nada fácil compaginar todo, menos aun cuando tengo tal confianza en mi Amo que comparto mi vida, mis anécdotas con Él. Y aquí llegan los conflictos. El hecho que nuestra relación sea de grandes amigos y de Amo-sumisa nos lleva a veces a confundir el espacio que debemos ocupar en la vida del otro. A veces lo hemos hablado, pero poco a poco se invade un espacio que no nos pertenece, o esa es mi impresión. Hay demasiados factores que nos separan, hay un punto en común que nos une demasiado. Pero hay tantas cosas de por medio…

Soy consciente que la mayoría de las veces me dejo llevar, sentirme aprisionada por la relación me hace sentir bien, pero cuando me siento ahogada por la cuerda suelto el cabo de golpe. No quiero pagar un precio demasiado alto por mi necesidad de ser sumisa. El precio no está estipulado, pero me da miedo no ser capaz de asumir el valor de mis necesidades. Y los miedos son los que muchas veces me echan para atrás. Soy una persona muy independiente, soy de las personas que soluciona sus propios problemas, se enfrenta a sus retos de cara, sin pedir ayuda a nadie. Y a veces, se que quieren ayudarme, pero me cierro en banda, ya sea por no molestar, ya sea porque de mis cosas hago un reto personal, una barrera que debo saltar sola.

Tengo miedos, dudas acerca del precio de mi vida como sumisa. Soy sumisa, estoy orgullosa de serlo, porque forma parte de mí, porque lo soy desde el alma, porque mi destino lo lleva escrito desde que nací, creo. Pero mi vida al margen de la sumisión también tiene mucho valor para mí. Me ha costado demasiado forjar mi lugar en la historia de mi vida, como para entregarme más allá de lo que doy, que no es poco. Y en mi búsqueda del equilibrio cuerpo-mente, mi “yo sumiso” gana la partida a mi “yo” cuando estoy con mi Amo, pero mi “yo” gana al “yo sumiso” cuando estoy lejos de Él, y creo que así debe ser. Si no fuera así, ¿Qué sería de mi vida si no tengo a mi Amo a mi lado siempre? Estaría vacía. No tendría motivos para seguir adelante. Y eso es lo último que quiero, porque hay demasiadas cosas importantes en mi vida para seguir luchando.

Y sí, tengo una crisis emocional, una lucha interna sobre el precio de mi sumisión. Y como siempre intento ordenar mis reflexiones en una pantalla en blanco que, una vez escrita, acabo por preguntarme si mis palabras son cuerdas o rozan la locura. Pero aquí las dejo, en mi blog, para quien las lea, para quien quiera saber de mí. Y no me importa si alguien piensa que estoy loca, que soy mala sumisa, que tengo razón o que tengo la virtud de meter la pata hasta el fondo. Simplemente se que todo lo que doy, lo entrego desde el alma. Lo que no doy es el motivo por el que debo luchar si un día mi preciosa anubis muere.