6/3/10

Bondage

Era por la tarde, despojada de ropa esperaba de rodillas a que su Amo quisiera usarla. Él salió de la habitación y al cabo de un rato regresó con unas cuerdas. Hizo un gesto con la mano y ella se puso de pié, como si tuviera poderes mágicos sobre ella, al mismo tiempo que levantaba la mano ella se incorporaba con una sutileza y un movimiento casi insinuado, como de levitación, de belleza absoluta. Sus ojos brillaban ante la felicidad que aquel gesto le regaló. Había llegado el momento que tanto ansiaba.

Se recogió el pelo con ambas manos y lo sujetó hacia arriba, y así quedó inmóvil, como si el tiempo se hubiese parado, con ambas manos detrás de su cabeza, esperando su dulce tortura. Él la cogió de la barbilla en un intento de mirar a sus ojos, ella impasible no levantó la mirada, pero su sonrisa la delataba. Estaba feliz. Entonces él cogió la cuerda más larga y empezó a dibujarla con nudos y lazadas, apretando lo justo, tomándola de rehén para su uso. Ella seguía inmóvil ante los apretones y tiranteces de la cuerda, cada vez volvía a su posición inicial, sin un quejido, sin un gesto, solo aquella mirada complaciente que se perdía en el infinito y una sonrisa preciosa en sus labios.

Solo con rozarle las manos ella supo que debía soltarse el pelo y dejar que le atara las manos detrás de la espalda. Fue como ver un velo volando, llevado por el viento, aquel movimiento tan suave, casi imperceptible fue precioso. Él cogió otra cuerda, le ató las manos a la espalda y con la misma cuerda empezó a atar sus pechos. El rostro de ella seguía inmóvil, la mirada baja, perdida en el horizonte, sus labios sonriendo, delatando su felicidad. Su sexo delataba mucho mas, su excitación mojaba sus muslos, cubriéndolos de un brillo sutil que la hacía aun más hermosa, si es que existe mayor belleza.

Acarició su cara, y ella, cual gatita, restregó su mejilla por aquella mano y la besó suavemente. Entonces, con un movimiento brusco la cogió por la nuca y la obligó a arrodillarse y a deleitarse con el delicioso manjar que le ofreció. Aquellos labios comieron, devoraron, se deleitaron, aquella boca alojaba su más preciado tesoro, el placer de su Dueño, i bebió de Él, y solo entonces lo miró a los ojos. Jamás se ha visto mayor gratitud en una mirada.

Aquellos pechos en tensión, doloridos, enrojecidos, se ofrecieron a recibir dolor, Ella solo tenía gratitud en su mirada, solo un pequeño gemido atrevido se escapó de su boca para delatar el placer que ella sentía ante aquel dolor. Sentía como si la desgarraran por dentro, aquel dolor tan intenso y delicioso la llevó a tocar el cielo, y se dejó caer exhausta a los pies de su Amo, cerrando los ojos y dejando escapar de su boca un "gracias mi Amo" mezclado con saliva. Su Amo se agachó, le acarició el pelo y la besó en los labios mientras su alma decía para sí mismo "gracias a ti, tesoro mío".