24/12/09

Feliz Navidad

anubis os desea
de corazón
que paseis una muy
feliz Navidad!!!

15/12/09

Una ocasion especial... (parte 2)

Cuando abrió la puerta, me percaté que había un trípode con una cámara.


- ¿Vas a filmarme? – le pregunté.

- Sí. –respondió. – ¿No te parece bien? – me preguntó.

- Sabes que haré todo lo que tu desees, mi Amo, pero no quiero que la grabación caiga en según qué manos.

- No te preocupes, sabes que siempre cuido de ti, y seguiré haciéndolo.

Lo sabía, es más, alguna vez me había filmado pero, si he de ser sincera, me daba corte saber que iba a filmar la sesión, nunca me ha gustado verme por la pantalla.

Cogió un plug hinchable, le puso un poco de lubricante, me hizo quitar el tanga y me lo introdujo. Bombeó una vez, notaba como se dilataba dentro de mí. Bombeó otra vez, notaba la tensión de mi esfínter contra el tamaño en aumento del plug. Me encantaba esa sensación, decir lo contrario sería mentir. Salió de la habitación y me dejó allí, de cuatro patas, con el plug hinchado, notando como mi culo se dilataba por momentos, cada vez sentía menos tensión, se amoldaba al plug a la perfección.

Al cabo de poco rato oí sus pasos acercándose, se abrió la puerta y se quedó mirándome desde el umbral. Metió la mano en el bolsillo y sacó un pañuelo negro. Cogió la correa y tiró fuerte de ella para que me levantara. Me tapó los ojos.

- Quítate las pinzas, ya hace demasiado rato que las llevas. Con cuidado, te dolerá.

Lentamente abrí una de las pinzas. Por más cautelosa que fuera liberando mi pezón, la sensación que tenía era la de una aguja clavándose en él. Era un dolor muy agudo, delicioso. Cuando liberé por completo el pezón lo masajeé lentamente para reactivar la circulación, como mi Amo me había enseñado. Después repetí la operación con el otro. De igual forma sentí aquel dolor punzante, de igual forma sentí placer con ello. La tensión de mi cuerpo ante el dolor hizo que me percatara de nuevo en el plug que habitaba en mi cavidad, gemí.

- Dime como te sientes zorra. Mírate, dime como te ves ahora, así, sodomizada por una polla de plástico, gimiendo como una perra. ¡Díselo a tu Amo! - me ordenó.

- Me siento... - no sabía cómo explicarme, eran tantas las sensaciones que tenía, que no lograba ordenarlas para expresarme

- ¡Dímelo! - volvió a ordenarme.

- Mírame mi Amo, aquí tienes a tu perra, a tu zorra. Me siento tuya, puedo sentirme todo y sentirme nada, me siento vulnerable al máximo, y a la vez soy capaz de todo contigo. Soy una puerca, una guarra que se moja por momentos ante tu presencia. Solo se servirte, hacer lo que tu deseas, sirvo para darte placer, como una vulgar puta, como la puta que soy, tu puta, mi Amo. Esta perra desea que la tomes, espero ser digna de que me sometas y me uses. Haz de mi lo que quieras.

- ¿Y qué es lo que necesita mi puta?

- Dolor mi Amo, tu puta necesita dolor...

Una lágrima se escapó rodando por mi rostro, podían más las ganas que mi razón.

- Dame dolor mi Amo, por favor...

Estaba suplicando, era la primera vez que pedía algo a mi Amo. Jamás había exteriorizado de aquel modo una necesidad, me avergoncé y le pedí disculpas. Mi Amo se acercó y me abofeteó con fuerza. Noté sus dedos marcándose en rojo en mi mejilla. Y con tono severo me dijo:

- ¿Quién te crees que eres para pedirme nada? Sabes que tu Amo te dará lo que mereces. No vuelvas a suplicarme jamás. ¿Entendido?

- Sí, mi Amo - contesté.

- Abre la boca, quiero ver como babeas como la perra que eres.

Me puso una mordaza de bola. Me cogió por el brazo y me colocó en el centro de la habitación, donde cuelgan desde el techo unos grilletes. Me ató las manos. Con la fusta me dio un golpe seco en cada muslo para que abriera las piernas, y así lo hice. De nuevo apretó la pera del plug, lentamente. Notaba como mi cavidad se iba dilatando al ritmo que el plug se hacía más grande. Empezó a jugar con él. Lo movía lentamente al principio, haciendo movimientos rotativos, después lo sacó parcialmente, noté el frio del lubricante que añadió, movió el plug un poco para que se esparciera bien y lo metió de golpe. Después estuvo un rato metiéndolo y sacándolo bruscamente. Finalmente lo dejó en mi interior.

Cogió mis pezones y tiró de ellos con fuerza. Estaban doloridos por las pinzas, gemí.

- ¿No era eso lo que querías? Pedias dolor, ¿verdad puta?

Asentí con la cabeza. Notaba como mi humedad se deslizaba por mis muslos. Sentí vergüenza por el hecho de sentir tanto placer. Entonces empezó a golpear mis pechos con la fusta. Los acariciaba y volvía a golpearlos. Así durante un rato, hasta que el dolor era casi insoportable, hasta que notó que estaba a punto de correrme. Entonces, al notar la tensión de mi cuerpo al borde del orgasmo, paró en seco.

Cogió con fuerza mi mandíbula y dibujó mi barbilla con su lengua, mezclando su saliva con la mía. Mi lengua sedienta topaba con la bola. Deseaba tanto beber de su boca que aun babeaba más.

Noté como abría los labios de mi sexo, empezó a tirar de ellos. Me dio unas cuantas palmadas y después me puso pinzas. Era tanto el placer que sentía que notaba que me faltaba el aliento. Recuerdo que en aquel momento no sabía si lo que sentía era del placer, o ese ligero mareo era causado por hiperventilación, pero seguí dejándome llevar por el placer. Empezó a golpearme con la fusta en el clítoris. Después movió las pinzas y las golpeó con tal precisión que en cada fustazo saltaba una pinza. Entonces vino el látigo, podía notar el calor del cuero marcando en rojo mi culo en cada golpe, la espalda, el sexo… La sensación del látigo es tan envolvente que llega a ser una caricia para mi piel, el dolor aletargado de cada latigazo se convierte en un calor latente que perdura durante mucho rato. Era tan grande el placer que sentía que no pude reprimirme y estallé en un orgasmo brutal.

Me faltaba el aliento, las piernas me temblaban, apenas me tenía en pié. Quitó el resto de las pinzas con la mano, me acarició con suavidad. Liberó mis manos y me ayudó a tumbarme en la camilla. Me quitó la mordaza y me preguntó:

- ¿Qué te ha pasado, zorra?

- Me he corrido mi Amo, no he podido aguantar más, lo siento…

Me incorporó y apoyó mi cabeza en su pecho. Me acarició el pelo.

- Gracias mi Amo – le dije.

Deshinchó el plug y, con cuidado, lo sacó. Metió dos o tres dedos, no lo sé, en mi cavidad para ver si estaba dilatada. Lo estaba. Me hizo sentar poniendo una pierna en cada lado de la camilla y subió el respaldo para que quedara medio sentada. Oí como colocaba las perneras en la camilla y, finalmente plegó la parte inferior. Supe lo que quería, así que me senté justo en el borde y puse mis piernas en las perneras. Quería jugar conmigo.

Oí como se ponía los guantes de látex. Noté el frío del lubricante que esparcía con la punta de los dedos por mis dos cavidades. Entonces empezó a penetrarme con los dedos, con suavidad, poco a poco. Cada vez se sumaba otro dedo, hasta que noté como cedía la tensión ante el dichoso huesecillo del dedo gordo. Estaba dentro de mí. Entonces cerró el puño y empezó a jugar, a meterlo y sacarlo, primero parcialmente, luego por completo. Noté de nuevo el frio del lubricante cuando entró en acción la otra mano. Iba metiendo y sacando los puños alternativamente, se paraba un rato a jugar dentro y volvía a salir y entrar. Mis lágrimas empapaban el pañuelo, ahogaba mis gemidos mordiéndome la mano. El placer era extremo, como si estuviese en un orgasmo constante. Se entretuvo a explorar mi cavidad abriéndola con ambas manos. Lamió mi clítoris por unos segundos, nunca lo hace. Después metió uno de los puños y empezó a meter la otra mano al mismo tiempo, notaba la tensión, pero lo hacía tan lentamente que mis tejidos cedieron sin problema. Era la primera vez que lo hacía, que me abría de esa manera. Jugó un buen rato de ese modo, no sé cuantas veces me corrí.

Entonces cogió un guante y me lo puso.

- Mira cómo estás, zorra, cabrían tus dos manos ahora mismo.

Guió mi mano hasta mi sexo e hizo que metiera mi puño dentro. Realmente estaba muy dilatada, me sentía muy guarra, me sentía un agujero usado.

- ¿Te gusta estar así, zorra?

- Sí, mi Amo, sabes que me encanta sentirme usada.- dije medio susurrando, porque me faltaba el aliento.

Me quitó el guante y me apoyé en el respaldo. Entonces empezó a penetrar mi culo con los dedos. No podía evitar gemir. Poco a poco fue introduciendo los dedos, uno a uno, hasta llegar al cuarto. Entonces empezó a dar movimientos rotativos con la mano y de vez en cuando se entretenía a tocarme el clítoris con el dedo gordo mientras abría los dedos dentro de mí. Noté como hacía despuntar el clítoris con la otra mano, abriendo poco a poco mis labios, y empezó a rozar el punto más sensible con el dedo gordo. Era deliciosamente desagradable. Los espasmos que tenía por el contacto brusco con ese punto tan sensible, hacían que me contrajera, pero su mano no cedía ante la presión de mis músculos, y aun hurgaba más fuerte.

Esa mezcla de dolor y sensaciones me transportaba a otra dimensión del placer. Me sentía como un vulgar objeto que servía solamente para dar placer a mi Amo, pero ese placer era recíproco: cuanto más me usaba, cuanto más manipulaba mi cuerpo, cuanto mayor era la vejación, cuanto más guarra me sentía en sus manos, mayor era mi placer, me sentía más libre de tabúes y de complejos, me sentía más mujer, mas capaz de todo. Sentía que estaba en otro nivel, por encima del resto de los mortales, cuanto más sometida estaba, cuando mas suya me sentía.

Seguía en mi cumbre de placeres indescriptibles cuando de repente sacó su mano de mi culo, bajó mis piernas de las perneras y me ordenó que me pusiera a cuatro patas, apoyada en la camilla. Notaba lo abierta que estaba, aun más cuando separó mis nalgas con ambas manos para observarme. Entonces dio la vuelta a la camilla, puso su boca cerca de la mía, me besó suavemente y me dijo:

- Eres preciosa.

Me eché a llorar como una cría. Jamás pensé que esas palabras pudieran tocar mis sentimientos de la manera que lo hicieron. Sentí el orgullo que sentía mi Amo al poseerme sintiéndome suya. Y así, sin más, penetró mi culo con fuerza, con más fuerza que nunca, me agarró del pelo y tirando hacia Él notaba cómo se movía dentro de mí a grandes golpes, y de repente noté la tensión de su miembro, y su calor que me inundaba. Me regaló todo su placer.

Estaba tan extasiada que a duras penas pude susurrar un “gracias”. Entonces bajó el respaldo de la camilla, me hizo tumbar en ella y me tapó con una manta. Estaba temblando. Tenía mucho frío. Me acercó un poco de agua y bebí de golpe hasta la última gota del vaso. Me acarició el pelo de nuevo y me dijo que descansara. Me pregunté entonces por qué no me destapaba los ojos, pero no dije nada. Oí sus pasos alejarse y no recuerdo más que el despertarme en la habitación con mi Amo sentado a mi lado observándome.

- ¿Como estas?

- Bien, mi Amo, estoy bien. Muy cansada. – contesté.

- Deja que te ayude a quitar el corsé y duerme. Come algo primero.

En la mesilla había un vaso de leche y unos bollos. Me senté en la cama de espaldas a mi Amo y me ayudó a desabrochar el cordaje del corsé. Me tapé la espalda con la manta y devoré los bollos y la leche ante la mirada de mi Amo. Ambos nos miramos y estallamos a reír a la vez.

- ¡Veo que tenías hambre! – dijo.

- ¡Pues un poco sí! - dije con la boca medio llena por un trozo de bollo.

Seguimos con las risas un rato cuando le pedí a mi Amo que me abrazara. Me sentí tan bien en sus brazos que hubiese parado el tiempo para seguir abrazados eternamente. Entonces le pregunté:

- ¿Qué tal la sesión?

- Eres la mejor, y lo sabes. Venga, acuéstate y mañana hablamos con calma, que estas muerta. Eres la mejor – repitió.

Me tumbé en la cama, me tapó, me dio un beso en los labios. Vi cómo se alejaba me miraba desde la puerta y apagó la luz. Sus palabras se transformaron en un eco que rebotó en mi alma hasta que cedí ante el cansancio y me dormí.

El lunes por la mañana fui al trabajo aun dolorida por la sesión del viernes. Más que dolorida, sentía el calor de los latigazos aun tatuados en mi piel. Cuando tenemos sesiones de esta índole, el calor del látigo suele tardar tres o cuatro días en desaparecer. Debo reconocer que me encanta la sensación. Me recuerda en cada momento lo vivido con mi Amo.

Cuando entré en la oficina y di los buenos días, me extrañó la euforia con la que me saludó Alberto. Pero no le di ninguna importancia. Me fui a mi despacho y me puse a trabajar en el montón de facturas y albaranes que habitaban mi mesa. Recuerdo que cuando fui a por café, Alberto vino hacia la cafetera y con una sonrisa me preguntó:

- ¿Qué tal el fin de semana?

- Muy bien, gracias – respondí.

- Tengo una cosa para tu Amo y para ti, a la hora de plegar te la doy.

- ¿Y qué es? – pregunté.

- Es una sorpresa, preciosa.

Se sirvió un café y se fue hacia su mesa. Yo me quedé allí, aguantando mi baso, sin reaccionar ante la sorpresa que Alberto tuviese que darme algo. Me comí la cabeza un rato preguntándome qué sería. Ante la duda opté por dejar de pensar y me fui a mi despacho.

Cuando faltaba poco para la hora de plegar, Alberto llamó a la puerta de mi despacho. Antes que yo contestara entró y cerró la puerta detrás de él.

- Toma, aquí la tienes.

Me dio un sobre con un CD dentro. Le pregunté:

- ¿Y de qué es? ¿música?

Alberto se echó a reír a grandes carcajadas ante mi pregunta. Aun con una sonrisa burlona en la cara me dijo:

- No preciosa, no es música. Es mucho más bello que la música. Es más bien una película. Espero que os guste el montaje.

Cuando llegué a casa le comenté a mi Amo que Alberto me dio una película. Mi Amo me dijo que la pusiera, que iba a gustarme. Encendí la televisión y puse el CD. Me senté en el sofá, al lado de mi Amo, y le di al play del mando a distancia. Entonces, ante mi sorpresa, vi a una zorra a cuatro patas a la que su Amo le hacía quitar las pinzas, a la que humillaba, a la que ataba a unos grilletes que colgaban del techo en el centro de una habitación, a la que sometían con dureza y con cariño a la vez. Entonces me percaté que Alberto fue quien filmó la sesión e hizo el montaje. Sentí vergüenza por Alberto, pero ver las imágenes me hizo ver la belleza de la sesión, lo grande de ser sumisa, lo gigante que puedo llegar a ser en manos de mi Amo.


FIN

14/12/09

Una ocasion especial... (parte 1)

Estaba en el trabajo, sentada frente al ordenador de la oficina, tecleando la carta que me dictaba el comercial, para mandarla a un cliente. Quedó mudo por segunda vez, a lo que aparté la mirada de la pantalla y le pregunté si pasaba algo. En su boca se dibujó una sonrisa burlona y me preguntó de dónde había sacado el anillo que llevo. Le dije que me lo había regalado una amiga. Me preguntó si sabía el significado del triskel que hay grabado en el anillo Me puse seria, le dije que sí. La sonrisa burlona se convirtió en una carcajada, a lo que empecé a ponerme nerviosa y, algo mosqueada, le pregunté si íbamos a terminar con la carta o a hablar de cosas personales, porque yo tenía cosas que hacer y no tenía tiempo para más.

- No creo que tengas ni idea de lo que significa el triskel - dijo.

- Más que tú – le contesté.

Su gesto cambió de repente. Se puso serio, severo, su mirada se clavaba en la mía de tal modo que acabé por bajar la vista hacia el teclado. Cogió mi mano con fuerza y poniendo el anillo frente a mi cara me preguntó de nuevo si sabía qué significaba el símbolo del anillo. Grité un sí seco, molesta por su actitud, cabreada por su prepotencia, y aun mas porque me ganó en el reto de miradas.

- ¡Dímelo! - me ordenó secamente, a lo que respondí con furia:

- No eres nadie para mandarme nada, y no tienes ningún derecho a hablarme de esta manera.

Me hacía daño, apretaba mi muñeca con fuerza y seguía esperando mi respuesta en silencio, sus ojos clavados en los míos y su mano apretando cada vez con más fuerza mi brazo.

- Si no sabes lo que significa el triskel búscalo en el google! – le grité, y con un gesto seco intenté liberar mi brazo de su mano. No pude. Tenía miedo, no sabía qué hacer, seguía allí sentada, con mi mano presa por la suya, su mirada severa castigándome sin decir ni una palabra, me sentí impotente y furiosa pero sobretodo impotente.

- Así que aquí tenemos a una puta sumisa.- dijo.

- Sólo lo soy para mi Amo- contesté.

Al decir esas palabras me soltó la mano. Me acaricié la muñeca con la otra mano, me dolía. Y volviendo mi mirada a la suya y con toda la furia del mundo le dije:

- Antes que preguntes si tengo o no dueño ya te digo de entrada que sí lo tengo, así que déjame en paz porque yo a ti no te debo nada. ¿Seguimos con la carta o piensas quedarte toda la tarde mirándome y haciéndote una paja mental conmigo?

Seguía sintiendo miedo, aunque intenté disimularlo mostrándome segura de mi misma y un tanto prepotente hacia él.

- Mis respetos a tu Amo y discúlpame, si puedes.

Sus palabras me sorprendieron. Su gesto se suavizó. Aunque su mirada ya no era un puñal amenazante no se apartaba de la mía, y le contesté:

- Tus respetos serán transmitidos, no hay nada que perdonar, pero la próxima vez pregunta con educación y no tendré ningún inconveniente en contestar de igual forma. ¿Seguimos?

Cuando terminamos con la carta salí del despacho camino a la impresora, me siguió con la mirada a través de la cristalera del despacho. Me sentía algo incómoda por la situación, aunque me enorgullecía de haber puesto los puntos sobre las íes. Regresé con el documento y sin mediar palabra se lo di y regresé a mi despacho.

La tarde siguió con cierta intranquilidad, me sentía perseguida por su mirada, aunque no cruzamos ninguna palabra más que no fuera imprescindible y sobre el trabajo.

Cuando llegué a casa le conté lo sucedido a mi Amo, me escuchó con atención, y después me dijo:

- Esta es mi zorra, estoy orgulloso de ti- nunca me llama por mi nombre, a veces hasta dudo que lo sepa – no te preocupes, mañana vendré a buscarte al trabajo, así verá a quién perteneces.

Al día siguiente, la jornada fue bastante tensa, no podía quitarme de la cabeza la escena del día anterior, y me sentía perseguida continuamente por la mirada de Alberto, el comercial. Por la tarde mi Amo, efectivamente, vino a buscarme. Lo que no podía imaginar es que conocía a Alberto. Ante mi mirada perpleja, se saludaron efusivamente, no supe cómo reaccionar y me mantuve al margen. No sé qué fue lo que se dijeron, de qué hablaron. Me aparté y me encendí un cigarro, no sabía cuál debía ser mi actitud frente a ellos, por lo que opté por no actuar. Fueron tres los cigarros que me fumé mientras ellos hablaban, lo recuerdo porqué pensé que estaba fumando demasiado, pero los nervios me podían. Al rato mi Amo me llamó, a lo que acudí sin demora.

- ¿Qué deseas?- pregunté.

- Alberto es un antiguo compañero de “batallas”, salúdale como es debido.

Agaché la mirada e hice lo que mi Amo me había ordenado. Se me hizo muy raro tomar esa actitud frente a Alberto, primero porque con mi Amo no usamos el “protocolo” del BDSM fuera de las sesiones, aunque me sepa la teoría, y segundo, porque mi relación con Alberto era la de compañeros de trabajo y se me hacía muy raro tratarlo protocolariamente después de tanto tiempo tratándolo como a un igual.

Al poco rato nos fuimos a casa, le pregunté a mi Amo qué actitud debía tomar con Alberto a partir de entonces, me contestó que simplemente fue una manera de marcar a quién pertenezco, que mi actitud con él debía ser la misma que hasta entonces, y que no me preocupara que no iba a acosarme ni a meterse conmigo por ser sumisa, que el tema había quedado más que claro. Sus palabras me aliviaron, aunque no salía de mi perplejidad por el encuentro. No le pregunté nada a mi Amo, no quise meterme en su pasado, y menos aun si no era Él quién sacaba el tema, por lo que me mantuve con la incógnita.

Pasaron los días y la relación con Alberto fue de lo más normal en el trabajo, como si el incidente del anillo no hubiese ocurrido nunca. Casi ya lo había olvidado, es más, se creó entre nosotros cierta complicidad por el hecho de saber de nuestra condición, y por la amistad entre él y mi Amo.

Ese día, por la tarde, mi Amo me hizo poner un plug para ir al trabajo. Otras veces me había hecho poner las bolas chinas para llegar a casa empapada y usarme a su antojo, lo del plug lo reservaba como castigo, pero aquella vez fue sin motivo alguno. Aun así obedecí sin rechistar. La incomodidad de llevarlo puesto me hacía pensar en Él todo el rato, pero la sensación era excitante, no recuerdo cuantas veces tuve que ir al baño para secarme. Suerte que por la tarde solo trabajaba tres horas, y la espera para llegar a casa no se me hizo muy larga. Confieso que estaba excitadísima, y solo tenía en mente mis deseos de ser sometida.

Al llegar a casa mi Amo me hizo quitar el plug. Me preguntó qué tal había ido la tarde, le confesé que estaba muy excitada, aunque me avergonzaba admitirlo.

- De eso se trataba, zorra. –me dijo.

Me ordenó que vistiera para una ocasión especial, que me pusiera el corsé nuevo de cuero, que deja mis pechos al aire, las medias, los tacones altos y el collar. Me duché, repasé mi sexo con la cuchilla, me peiné y me maquillé para la ocasión, me puse el perfume que mi Amo me había regalado por mi cumpleaños. Estaba perfecta, como a Él le gusta que esté. Entró en el baño y me ayudó a abrochar el corsé, tiraba de las cintas con fuerza, con mucha fuerza. La presión del corsé sobre mi cintura casi me ahogaba, pero delante del espejo me sentía preciosa, presa del cuero que mi Amo me imponía, y que moldeaba mi silueta con la misma belleza que mi Amo moldeaba mi persona. Iba a ser una ocasión especial, más de lo que hubiese imaginado jamás. Mi Amo se retiró y yo acabé con los detalles, me puse el collar, los zapatos de tacón, y volví a mirarme en el espejo, aun faltaba algo. Corrí hasta la habitación y cogí del cajón unas pinzas con unas pequeñas borlas de cuero negro colgando, y adorné mis pechos con ellas. Una última ojeada en el espejo me dijo que estaba perfecta, que a mi Amo le iba a encantar el detallito de las pinzas.

Antes de ir al salón pasé por la cocina a por agua, estaba algo nerviosa y tenía la boca seca. Le dije a mi Amo si le faltaba algo, a lo que me respondió que le llevara una cerveza bien fría y algo para picar. Al ser aquella una ocasión especial, cogí una bandeja y puse en ella el platito con las aceitunas y el de los cacahuetes, la cerveza y una copa helada. Fui hasta el salón, mi Amo estaba sentado en el sofá, con las piernas cruzadas y un cigarro en la mano. Cogí un cenicero de la mesita y lo puse en la bandeja. Me arrodillé frente a Él y se la ofrecí. Permanecí allí de rodillas sirviendo de mesilla, con la mirada baja y sin moverme. Después de apagar el cigarro y hacer un trago de cerveza, alargó su mano y me acarició el pelo, me encanta que lo haga, para mí es un símbolo de que aprecia lo que hago para Él. Acto seguido se entretuvo a jugar con las borlas de las pinzas, con el dedo las balanceaba, tiraba un poco de ellas y seguía jugando. Seguía quieta, cabizbaja, aunque notaba cómo me mojaba por momentos y cómo el bombeo de mi sangre se hacía más y más presente en mi sexo. Casi parecía que mi corazón había bajado hasta allí. Mi respiración delataba mi estado de excitación, mi respiración y mi humedad.

- ¿Estás cachonda? – me preguntó.

- Sí mi Amo, lo estoy. - le respondí.

- Deja todo esto en la mesa y ven aquí con tu Amo – me ordenó.

Sin mirarle a los ojos me levanté e hice lo que me había pedido. Dejé la bandeja sobre la mesa y volví a arrodillarme a sus pies. Se levantó, se desabrochó el cinturón, siguieron el botón y la cremallera. Agarró mi pelo con una mano mientras con la otra liberaba su miembro. Violó mi boca, con fuerza. No paró ni cuando tenía arcadas. Tuve la sensación que iba a vomitar en cualquier momento. A Él le daba igual, a mí también. Mis ojos derramaban lágrimas, mi boca babeaba, mi sexo se empapaba cada vez más. Me cogió la cabeza con las dos manos con fuerza, me penetró hasta la garganta con violencia, y apretándome contra su cuerpo se mantuvo quieto dentro de mí hasta que empezó a faltarme el aliento.

- ¿No querías polla? ¿Eh, zorra?

Me soltó bruscamente, estaba babeando como una perra. Intentaba recuperar el aliento cuando volvió a cogerme del pelo, pero esta vez para ponerme de pié. Apartó mi mano, que iba a secar mis babas, lamió mis labios, me besó profundamente, succionó mi lengua y bebió mi saliva.

- Todo esto también me pertenece, no lo olvides jamás, zorra.

No pude contestar.

Se dirigió hasta la chimenea, abrió el pequeño baúl de teca que hay encima de la repisa, y sacó la correa que yo le había regalado, con la empuñadura de cuero negro, y una medalla de plata con mi nombre de perra gravado.

- ¡Ven! – me ordenó. Me puse a cuatro patas y me dirigí hasta dónde Él estaba. Enganchó la correa a la argolla de mi collar, y con un gesto seco me hizo poner en movimiento, hacia la habitación de los “juguetes”.

.............


4/12/09

Mi primera vez

Sábado por la noche, lo más difícil fue intentar aparcar el coche cerca del local. Después de no se cuantas vueltas por los alrededores lo conseguimos, aunque cuando nos dirigíamos a nuestro destino sólo veíamos la cuesta que después nos tocaría subir...

Aun era temprano, así que nos dirigimos a un bar cercano para hacer tiempo. Una caña, una tapita de jamón y una buena conversación hicieron la espera más agradable. La anécdota del momento fue la entrada de una pareja en el bar, ella altísima, pelo largo, ondulado, ojos oscuros, una gran sonrisa gravada en la cara y un collar precioso con una gran argolla en el centro. Él me quedaba de espalda, así que no pude fijarme muy bien en su aspecto, lo que si que divisé fue que vestía de negro y llevaba unos pantalones de cuero, era moreno y de complexión fuerte. La verdad es que no se muy bien porque me entretengo a describir a la pareja, pero bueno, la cuestión es que yo en aquel momento no llevaba el collar puesto, pero creo que nos divisamos ambas parejas a primera vista, ya que las miradas entre ambas sumisas se cruzaron varias veces y nos sonreímos en mas de una ocasión.

Salimos de dicho bar y nos dirigimos al local. Delante de mí había una puerta de madera con un timbre. Mi Amo llamó y pronto una señorita nos abrió la puerta y nos invitó a entrar. Pasada la cortina una barra, una pareja sentada, hablando con la señorita que un momento antes nos había abierto la puerta, y un Señor al que mi Amo se dirigió, y se saludaron. Hechas las presentaciones e intentando guardar la compostura de la buena sumisa en sociedad, mi Amo me invitó a sentarme, y estuvimos un rato hablando con el dueño. Debo reconocer que en un principio me daba un poco de "corte" el hecho de estar en un local BDSM, jamás había pisado uno. Pero cuando ya llevaba cinco minutos allí, mas que sentirme extraña, me sentí como en casa.

Cruzamos unas palabras con la pareja que estaba en la barra. Ella era bastante joven, por lo que escuché tenia poco mas de veinte años. Me pareció un ángel. Aunque me percaté que estaba algo nerviosa, por el tembleque de sus piernas, por la manera de fumar, el gesto de su cara, buscando la aprobación de su Amo cada vez que hacía algún comentario. Su Amo me pareció encantador, un Amo seguro de si mismo, orgulloso y feliz con su sumisa. Los Amos se contaron algunas anécdotas, las sumisas metimos baza, la señorita de la barra un encanto. El echo que el Amo del ángel (lo llamaré así) no contara anécdotas de su sumisa, si no que lo hiciera de otras sumisas anteriores, me hizo pensar que la muchacha era muy nueva en esto. Quizás por eso los nervios. Al cabo de un rato se despidieron de nosotros y se fueron del local. Me quedé con las ganas de decirle que era preciosa, pero no tuve ocasión.

En la pared frente a la barra había fotos, ese día hacían una entrega de premios de fotografía fetich. El látex reinaba en las imágenes, muy sugerentes... Debo confesar que me encantaron, Había una foto que me llamó la atención asi de entrada, muy impactante, más bien diría chocante. En cambio la que ganó es mas para observarla con detenimiento, es deliciosamente emotiva y tremendamente bella. Gran merecedora del premio, aunque lo dicho, no me percaté de todo el contenido hasta que la vi con detenimiento.

Visitamos la mazmorra, confieso que me entró un hormigueo en el estómago cuando me imaginé presa en la cruz de San Andrés, o dentro de la jaula colgante que hay en el piso de arriba. Algún día lo tengo que probar!

El local se fue llenando de gente, en su mayoría usuarios del látex. Lo mas impresionante era que por más extravagantes que pudieran parecer esas personas, con sus máscaras y demás, había un ambiente de total normalidad. Lo dicho, como en casa! Y la encantadora pareja... quizás fueron los que me llamaron mas la atención. Era una pareja mayor, seguramente llevarían media vida juntos, casados por la iglesia, como se hacía en aquellos tiempos. Ella era muy guapa, con su pelo recogido, su gran escote, su vestido de cuero, preciosa! Él con la cabeza afeitada, su sonrisa tatuada, vestía de negro y no escatimaba en atenciones a su Dueña. Me parecieron sublimes, un icono, que bonito! Ah! Por cierto, la pareja del bar también acudió al local.

Aquella fue mi primera vez, la primera vez que estaba en "sociedad", debo decir que para mi fue una experiencia mucho mas grata de lo que imaginaba. Una está acostumbrada a una sociedad repugnantemente crítica con las demás personas, llena de envidias, que no saben más que señalar con el dedo y ponerse a todo el mundo en la boca para soltar culebras. En cambio en aquel ambiente reinaba el respeto y cada cual se preocupaba de lo suyo, nadie opinaba nada sobre los demás, sobre su vestimenta o su forma de actuar o ser. Realmente ver que el respeto que se predica en el BDSM es una realidad por la gente que lo practica, es realmente gratificante.

La velada fue maravillosa: la gente, el lugar, el ambiente, y sobretodo la compañía.

Espero volver pronto por el Rosas 5 (pero la próxima que sea para probar la cruz!) Y no se si el Señor Kurt leerá jamás esta entrada, pero agradecerle de corazón su cordialidad y amabilidad.

anubis{M}

P.S.  Las fotos antes mencionadas:

Título: Alien      Autor: Cronos








Titulo: Espejo     Autor: Wicked enemy



1/12/09

Sumisa, sí. ¿Pero a que precio?

Muchas veces me pregunto el por qué soy sumisa. Mi conclusión es que lo soy por necesidad. Porque necesito entregarme, dar todo de mí, complacer y disfrutar de mi entrega. No es fácil llegar a ser consciente que una pueda necesitar de todo esto para encontrar su equilibrio cuerpo-mente. A veces creo que este equilibrio se desmonta, cuando los placeres de la carne son tremendamente gigantes, creo que mi mente ocupa un segundo plano. Entonces la razón pega un giro enorme y se pone en primer lugar. El vaivén de la balanza llega a marearme a veces.

Mi forma de entrega es total, en los momentos en los que estoy con mi Amo, doy todo de mí, pero fuera de estos momentos tengo mi vida, al margen de la sumisa que llevo dentro. Está el trabajo, la familia, los amigos, los proyectos personales,…en definitiva todo lo que ocupa el resto de mi vida. No soy 24/7, aunque gran parte del tiempo piense en mi Amo, en nuestra relación, aunque vista según sus gustos e intente estar siempre perfecta para Él. Y no es nada fácil compaginar todo, menos aun cuando tengo tal confianza en mi Amo que comparto mi vida, mis anécdotas con Él. Y aquí llegan los conflictos. El hecho que nuestra relación sea de grandes amigos y de Amo-sumisa nos lleva a veces a confundir el espacio que debemos ocupar en la vida del otro. A veces lo hemos hablado, pero poco a poco se invade un espacio que no nos pertenece, o esa es mi impresión. Hay demasiados factores que nos separan, hay un punto en común que nos une demasiado. Pero hay tantas cosas de por medio…

Soy consciente que la mayoría de las veces me dejo llevar, sentirme aprisionada por la relación me hace sentir bien, pero cuando me siento ahogada por la cuerda suelto el cabo de golpe. No quiero pagar un precio demasiado alto por mi necesidad de ser sumisa. El precio no está estipulado, pero me da miedo no ser capaz de asumir el valor de mis necesidades. Y los miedos son los que muchas veces me echan para atrás. Soy una persona muy independiente, soy de las personas que soluciona sus propios problemas, se enfrenta a sus retos de cara, sin pedir ayuda a nadie. Y a veces, se que quieren ayudarme, pero me cierro en banda, ya sea por no molestar, ya sea porque de mis cosas hago un reto personal, una barrera que debo saltar sola.

Tengo miedos, dudas acerca del precio de mi vida como sumisa. Soy sumisa, estoy orgullosa de serlo, porque forma parte de mí, porque lo soy desde el alma, porque mi destino lo lleva escrito desde que nací, creo. Pero mi vida al margen de la sumisión también tiene mucho valor para mí. Me ha costado demasiado forjar mi lugar en la historia de mi vida, como para entregarme más allá de lo que doy, que no es poco. Y en mi búsqueda del equilibrio cuerpo-mente, mi “yo sumiso” gana la partida a mi “yo” cuando estoy con mi Amo, pero mi “yo” gana al “yo sumiso” cuando estoy lejos de Él, y creo que así debe ser. Si no fuera así, ¿Qué sería de mi vida si no tengo a mi Amo a mi lado siempre? Estaría vacía. No tendría motivos para seguir adelante. Y eso es lo último que quiero, porque hay demasiadas cosas importantes en mi vida para seguir luchando.

Y sí, tengo una crisis emocional, una lucha interna sobre el precio de mi sumisión. Y como siempre intento ordenar mis reflexiones en una pantalla en blanco que, una vez escrita, acabo por preguntarme si mis palabras son cuerdas o rozan la locura. Pero aquí las dejo, en mi blog, para quien las lea, para quien quiera saber de mí. Y no me importa si alguien piensa que estoy loca, que soy mala sumisa, que tengo razón o que tengo la virtud de meter la pata hasta el fondo. Simplemente se que todo lo que doy, lo entrego desde el alma. Lo que no doy es el motivo por el que debo luchar si un día mi preciosa anubis muere.

26/11/09

Un lazo para ellas

Es triste que a estas alturas, en pleno siglo XXI, tengamos que tener un dia interncaional contra la violencia de género... Solo quería recordar a todas las mujeres que han sufrido malos tratos y mandarles un abrazo lleno de energia positiva. Y ya que estamos, hacer una aclaración:

BDSM NO es MALTRATO.

23/11/09

1,2,3,...10? 15? 50?

Recuerdo todos los detalles de la sesion como si hubiera pasado hoy mismo. Mi miedo al látigo me superaba, casi como las agujas... me dan pánico, aunque debo reconocer que hay una especie de imán traidor que me llama a probar, me atrae a buscar más sensaciones, por encima de los miedos y las fobias...

Estaba tumbada en la cama, boca arriba, mi Amo se disponía a jugar conmigo y le ayudé con el guante. No me había percatado que se lo puso en la izquierda, hasta que, mientras hurgaba en mi interior y me derretía ante los placeres que me brindaba mi Amo, vi que su mano derecha empuñaba el látigo. En ese momento tuve miedo, mucho miedo. El hecho de que su mano estuviera jugando dentro de mí me impedía tensarme, me hubiese podido hacer daño. Así que no me quedó otra que relajarme, cerrar los ojos y saborear el momento... El cuero acarició mis pechos, suavemente, antes de golpearlos con habilidad casi mágica. Lejos de sentir el dolor que yo creía que iba a sentir, sentí un calor indescriptible, que poco a poco se transformaba en un dolor aletargado con el calor y la suavidad del cuero. Sentí un placer enorme. Me abandoné a los latigazos y al placer que me brindaba mi Amo con la otra mano.

Visto fríamente, a lo científico malo que no tiene ni idea del tema, como en mi caso, llegué a la conclusión que en mí se desbordó una mezcla explosiva de hormonas que hicieron que me pasara lo que me pasó. Me explico: la adrenalina del miedo que sentía, las endorfinas que calman el dolor y los estrógenos de la excitación,... no sé si hay mas hormonas en un momento así, ni lo sé ni me importa, sinceramente. El caso es que tuve un orgasmo tan brutalmente delicioso que estallé en lágrimas, sollozando como una niña pequeña, sin poder parar durante un buen rato. Empezó en mi sexo, subió por mi estómago, me oprimió los pulmones y acabó derramándose por mis ojos como nunca antes me había pasado. Hasta mi Amo se asustó pensando que me había hecho daño, hasta que pude recuperar un poco el aliento y le dije que no había sido así.

Después de la higiene correspondiente y un ratito de relajación para recuperarme, mi Amo me hizo poner cara a la pared, con los brazos en alto y las piernas abiertas. Empuñó el látigo y empezó a azotarme. Iba subiendo de intensidad, de vez en cuando se escapaba algún golpe mucho más fuerte, después seguían unos cuantos más suaves. A veces sentía su mano acariciando las rojeces de mi anatomía, acto seguido volvía a sentir el cuero. Es curioso como mi amor por la fusta fue substituido en pocos minutos por un amor desenfrenado por aquél látigo de tiras finas y suaves que certeramente me azotaba de una forma mucho más envolvente y cálida que dicha fusta. Es tan diferente la sensación... Oyes el ruido, un calor inesperado se clava en la piel, un calor suave que va subiendo de intensidad hasta que se transforma en un susurro de dolor placentero que perdura muchísimo rato en la piel. Es más diría que el calor no tiene tiempo de tornarse dolor hasta que se paran los golpes, porque es tan sutil el cambio calor-dolor, que antes que el dolor llegue vuelves a oír de nuevo el ruido, el calor,.... Sentía como mi sexo se ofrecía, se mojaba por momentos ante el placer del látigo. Entonces mi Amo me hizo contar hasta diez: uno, dos, tres,..., diez. Intensos, con fuerza. No sé cuantos latigazos fueron. Conté aquellos diez, pero en mi piel ya habitaban muchos cuando empecé la cuenta, y muchos más serían los que vendrian después. ¿Cincuenta? ¿Cien? No tengo ni idea.

De mis labios no se escapó ni un quejido, apenas un gemido ahogado en saliva. Estaba tan pendiente del placer que me daba mi Amo que no me percaté que babeaba como una perra. Mis ojos, incapaces de abrirse, se derretían en lágrimas que dibujaban caminos de brillo y sal en mis mejillas, mi cuello y mi pecho. Lágrimas sin amargura, de placeres intensos como los que estaba sintiendo. Fue tan hermoso... Si hubiese podido verme desde otra perspectiva hubiese visto la belleza de una Diosa, con los ojos cerrados, la paz reflejada en el gesto de su cara,... así me sentía yo: bella, preciosa, gigante, inmortal.

17/11/09

Reflexiones

Sigo dándole vueltas al asunto... No me caben en la mente tantas cosas vividas en tan pocas horas. El bullicio de sentimientos y de sensaciones me tienen cautiva en un enredo-lío-éxtasis-no-se-que-mas que ocupa mi cabeza la mayor parte del tiempo. Y cuantas mas vueltas le doy mejor-peor me siento.

Vaya, lo he vuelto a hacer, a vomitar todo lo que se me pasa por la cabeza tal cual. A ver si puedo explicarme para que nadie se haga un lío mayor que el que tengo yo ahora mismo...

Es la sensación que tengo, lo que me paso este finde, lo que mas o menos explico en la entrada anterior, lo que me tiene cautiva en este enredo. Las palabras de mi Amo, sus ojos, sus gestos, mi entrega, mi arrepentimiento, mi no-castigo,...

Ya lo dicen que no hay bofetada mas dolorosa que la que no se da. Y me dolió muchisimo. Si bien es verdad que habíamos hablado antes de lo que podía ocurrir, no significa que al haber ocurrido no me sintiera mal al ver la reacción de mi Amo. Es mas, aun me sigo sintiendo mal... El que sus palabras fueran: no puedo castigarte por algo que ya habíamos hablado antes. Y aquella mirada... me envolvió en cariño de celofan y me puso un lazo de comprensión. Me sentí tan diminuta, tan pequeñita ante Él...

El lunes lo estuvimos comentando, le di mil gracias por ser como es, por aceptarme, porque nuestra relación no haya cambiado después de los hechos. Que me dijera en palabras lo que me había demostrado en gestos el día anterior me llenó tanto que acabé derramándome en lágrimas de felicidad cuando corté la conexión con Él.

Y es que reafirmó lo que ya sabía de antemano: como Amo es el mejor que podía encontrar en mi camino, como persona es increiblemente mejor. Y repito lo que le dije entonces: me siento la perra mas afortunada del mundo por pertenecerle.

"Cuando te vi de rodillas, con el látigo en la boca, pidiéndome un castigo, se me cayó todo al suelo. No podía darte un castigo por algo que ya habíamos hablado. Por eso te puse la correa. Para que supieras que te siento mía. Estoy orgulloso de mi perra, y lo sabes". Estas fueron algunas de sus palabras que habitan en mi mente y se repiten una y mil veces en mis pensamientos.

Poco a poco mis remordimientos se van diluyendo, es verdad. El saber que no hice nada que no fuese consentido de antemano, me evade de mi sentimiento de culpa. Aunque no pueda quitarme del corazón la espina de haber hecho daño a alguien que me importa tanto...

Sigo navegando en sus palabras, en sus caricias, en sus besos, en sus golpes y sus humillaciones, en los placeres sentidos, y en los gratos recuerdos del fin de semana, que se han tatuado en mi mente y en mi alma. Sigo vomitando pensamientos que no se ni si tienen sentido... pero no tocaré ni una coma. Así son las cosas que mi retorcida mente y mi alma sienten. Y por encima de todo, el mayor sentimiento que ahora mismo aflora en mi interior es la gratitud. La gratitud hacia mi Amo por todo, pero sobretodo por aceptar a esta mortal tal y como es: con mis virtudes y mis defectos, mis risas y mis tristezas, mi orgullo, mis remordimientos y comidas de pelota,... Y no me cansaré de repetir mil y una veces GRACIAS.

16/11/09

Historia de un látigo

Aun estoy dolorida, tengo la sensación que ciertas partes de mi anatomía llevan la calefacción al máximo. Será fiebre local? No, no lo es.

Este fin de semana ha sido... no se como puedo definirlo. Doloroso en muchos aspectos, si, así seria la definición. Pero dolor de los dos tipos, del que hace daño y del que da placer.

Hice algo que no le sentó bien a mi Amo. Tal y como lo habíamos hablado con anterioridad, no se lo oculté. Pero, aunque fui sincera y en un principio pensé que no tenía ninguna importancia, pude sentir que a mi Amo le afectó, que , aunque de antemano podía olerse que algún día podía hacer algo similar, el hecho que lo hiciera lo decepcionó. Sentir la tristeza de mi Amo fue peor que si me clavaran un puñal. Me supo mal, no quería hacerle daño... pero lo hice.

El sábado por la noche nos encontraríamos en el hotel de siempre. Hacía mucho que no íbamos al hotel, últimamente cuando nos vemos me instalo en su casa. Pero era un encuentro fugaz, así que quedamos a mitad de camino. Debo reconocerlo, tenía miedo. Miedo de enfrentarlo cara a cara, miedo a que los hechos hicieran que cambiara algo entre nosotros, miedo al castigo.

No se si lo habré comentado alguna vez, pero mi Amo jamás me ha castigado. Me ha dado dolor, y no en pocas cantidades, pero jamás me ha castigado de forma literal. Además me conoce demasiado, y sabe por donde puede hacerme el mayor daño. Y lo reconozco, que cuando pensaba en el castigo sentía pánico, porque sabía que no sería capaz de aguantarlo, seguro.

Yo y mis remordimientos de consciencia nos fuimos a una tienda, estuve mirando un rato, diferentes cosillas me llamaron la atención, pero una en especial me llamó por mi nombre para que la comprara. Era consciente que si mi Amo tenía intención de castigarme era porque así lo creía conveniente, porque lo merecía. Entonces abrí mi cartera y lo compré: un látigo.

El látigo de mi Amo era terrorificamente hermoso, pero debe estar en alguna de las dependencias de la Guardia Civil (o en casa de algún agente), ya que se lo confiscaron en un control... era un arma peligrosa! Así que yo no había tenido aun el placer de probar el cuero en mis carnes. Me daba muchísimo respeto el pensar en ser azotada con un látigo, pero en ese momento no se me ocurría una forma mejor de pagar mis culpas.

Llegué al hotel. Mi Amo me estaba esperando. Me besó y me abrazó con mucha fuerza, me sentí tan bien en sus brazos... Cogí el collar de mi bolso y se lo dí, le dije que me lo pusiera. No sabía si merecía llevarlo, así que lo dejé en sus manos. Me lo puso. Le pedí que esperara cinco minutos en el bar antes de subir a la habitación, y me los concedió. En la habitación me quité toda la ropa, me quedé sólo con el collar puesto, cogí el látigo y me arrodillé en el suelo, a los pies de la cama. Sentada sobre mis pies, las manos en las rodillas, la cabeza baja y el látigo en mi boca, esperaba que mi Amo abriera la puerta, impaciente y aterrada a la vez. Entonces apareció. Se acercó a mi, cogió el látigo de mi boca y me acarició la cabeza. Yo no tenía valor para mirarle a los ojos, así que los cerré, apoyé mi cabeza en sus rodillas y sentí sus dedos enredándose en mi pelo. Entonces fue a por la correa, la enganchó al collar y me hizo levantar. Nos abrazamos muy muy fuerte. Nos besamos largamente. Fue un momento que no olvidaré.

No hubo castigo. Estuvimos hablando un buen rato, mi Amo me dijo que había captado mis intenciones de ser castigada, y que no podía castigarme por una cosa que ya habíamos hablado con anterioridad, por mejor o peor que se lo pudiese tomar. Aun así me seguía sintiendo mal...

Por fin sentí el cuero en mis carnes, en los pechos, en mi sexo, en mi culo, en la espalda,... Ufffffff! si es que cuando lo pienso se me pone la piel de gallina! Fue hermoso, ambos disfrutamos muchísimo del momento. Fueron dos sesiones, una por la noche y otra al día siguiente, después de haber dormido abrazados toda la noche.

Por cierto, a mi Amo le encantó el regalo. Y a mi también.... aun tengo la sensación que ciertas partes de mi anatomía llevan la calefacción al máximo. Será fiebre local? No, no lo es. Es por las caricias del cuero en mi piel, que siguen latentes y me recuerdan lo maravilloso que fue el encuentro.

Gracias mi Amo, por ser como eres, por hacerme sentir tan afortunada por pertenecerte, y por todo lo demás...

14/11/09

Mi libro II

Uffff! menos mal que no toda la historia es igual que mi vida, que si no me hubiera asustado de verdad! Corté mi primera fase de lectura en el momento justo en que mi realidad se desvanecía para entrar en la realidad fictícia de Paula, la protagonista.
Cierto es que me sorprendí a mi misma engulliendo las páginas y viviendo cada momento que narraba el libro, como si lo viviese en mis propias carnes. Luego llegó la sesion,... imaginacion al poder! Lo que quizas me sobró, bueno mas que sobrar no me resulto "excitante" fue la puesta de largo. Está bien la escena, pero demasiado "protocolaria" para mi modo de ver el BDSM.
Aun asi recomiendo el libro. Tanto a los que saben de que va el BDSM como a los que no tienen ni idea. Es una forma de ver que esta forma de vida no es tan oscura y mala como se cree o se quiere hacer creer. Nada es arbitrario, nada pasa porque si. Es bello sentirlo, y creo que comprenderlo aunque sea un poquito es enriquecedor para todo el mundo. Se hacen manifestaciones sobre el orgullo gay y demas formas de sexo "no convencional", en cambio los mismos practicantes del BDSM (por suerte no todos) se esmeran en ser distintos. No comprendo tanta crítica a los vainilla por juzgar nuestro modo de vida, si despues nosotros mismos nos tachamos de diferentes e inaccesibles, y somos los primeros en criticar despectivamente a dichos "vainilla". Todos somos personas!
Anda, me he ido por las ramas! Bueno, pues lo dicho: os recomiendo el libro a todos los que no lo hayais leido. Es excitante y muestra con claridad y sin demasiados tabues, como puede ser el inicio de una relacion D/s. Y tanto para los que ya estamos metidos en el BDSM como para los que solo quieren curiosear, esta muy bien. Yo lo haria leer por fuerza a todos esos amitos de chat que se creen que por insultar a la gente son Amos... si lo leyeran igual verian lo ridiculos que pueden llegar a ser... Nada que me voy por las ramas otra vez... mejor lo dejo aqui.

Un beso a tod@s

11/11/09

Mi libro

Ayer fui a por el libro que había encargado. El lunes me llamaron que ya había llegado, pero no pude ir hasta ayer. El título era muy sugerente, pero debo confesar que no tenía ni la más remota idea de qué trataba el libro, no había leído ni siquiera la sinopsis antes de encargarlo. Pensé que la temática sería algo distinta. Pero no. Se abrieron delante de mí las páginas de una historia que realmente me está sorprendiendo por la similitud que tiene con mi propia historia.

Cuando llegué a casa leí el primer capítulo. La verdad es que engancha. Los nervios, la situación me recordaron la primera vez que fui a encontrarme con mi Amo. Los nervios, las dudas, el no saber si volver atrás o no,… ¡Joder! ¿Quién predijo el futuro de esta mortal que ahora está escribiendo estas líneas? Jamás pensé que una situación como la que he vivido en mis propias carnes, pudiera ser imaginada hace tres años por alguien, y aun menos escrita con tantos detalles y matices que se asemejan con descaro a mi propia realidad. Hasta he pensado que algún brujo está plasmando en estas páginas mi propia biografía a medida que voy cambiando de página. Que las letras se recolocan cada vez que tengo intención de pasar página, para leer mi propia vida. Curioso.

D
ebo confesar que fui a dormir tardísimo devorando capítulos del libro. He leído más de la mitad. Y ahora mismo me muero por retomarlo, pero tengo cosas que hacer y si me pongo a leer no haré nada. Lo primero es lo primero.

Las primeras órdenes, la “doma”, las dudas, los miedos, el hecho que el Amo le diga que es sumisa antes de saberlo ella, la comparación de la sumisa con el barro,… demasiadas coincidencias!

No sé a cuantas sumisas les habrá pasado lo mismo que a mí, cuantas personas se habrán visto reflejadas en las frases que la autora ha escrito. Sospecho que más que imaginar, en parte lo ha vivido. En parte o en todo, quien sabe. Es demasiado profundo el sentimiento de una sumisa como para reflejarlo de esta forma con solo visitar ciertas páginas de la red. Solo es un punto de vista. Pero es que se parece tanto a mi historia…

Seguiré devorando páginas. Seguiré, creo, sorprendiéndome de las grandes similitudes que hay entre esta historia ficticia y mi vida real. Ya os contaré si el final también se parece a mi principio.

Por cierto, el libro es LA SUMISA INSUMISA, de Rosa Peñasco.

6/11/09

Morgana Vatori


Me animaste a poner en palabras mis sentimientos, me animaste a recorrer las páginas de este mundo que para mi era completamente desconocido. Te hice caso y esto que ves es una realidad que tengo que agradecerte. Mi blog es, en parte, culpa tuya. Abriste tu puerta y me invitaste a tomar un té. Me quedé para siempre con tus palabras y tus sueños, con tus fantasias y tus locuras.


Ahora no estas aqui, me queda mirar el poso de las hojitas y querer descifrar el futuro. Es incierto. Pero tengo esperanzas de que un día pueda tener un enlace en mi blog para que todos puedan leer tus entradas. Tienes mi cariño, un pedacito de mi corazón. Me has ayudado mas allá del blog, escuchandome y dandome la mano cuando me he sentido perdida. Yo solo se dar cariño y contar chistes malos, pero al menos sonríes, y estas tan guapa...


Solo quería darte un poquito de mi llama, de calor, para que te reconforte y te de fuerzas para seguir. Sabes que te quiero mucho y te deseo lo mejor. Un abrazo preciosa.

P.S.

Lo se, en la ultima entrada fui muy explicita en cuanto a los detalles, dejé de sujerir para explicar. No se hasta que punto podria decir que rozo la pornografia, pero solo es un texto meramente descriptivo. Espero no ofender a ningun lector con este cambio de rumbo momentaneo, es mas espero que os guste el texto. Un besazo a todos/as.

5/11/09

La bienvenida

Mi Amo cogió los guantes de látex y el lubricante, le pedí que no los usara. Sabe que me enloquece que lo haga, pero necesitaba dolor, y así se lo hice saber. Me ordeno que se lo pidiera, así lo hice, le pedí dolor, por favor... y cogió la fusta. No hizo falta que me atara, puse mis manos detrás de mi cabeza, abrí las piernas y me ofrecí a sus golpes, a sus pellizcos, a las pinzas, a todo lo que Él quisiera hacerme.

Me vuelve loca que maltrate mis pechos, que tire fuerte de mis pezones, que los azote después, primero con golpes suaves, después con un golpe seco que acaba con una ligera caricia. Noto como me empapo ante esta situación, veo sus ojos de sádico y caigo en sus manos sin poder remediarlo. Y pido más, cada vez más dolor. A veces el dolor en los pechos se torna insoportable, al limite, pero mi excitación me pide más, no sabría muy bien como explicarlo, más que dolor es placer, es rozar la línea entre ambas cosas. A mayor dolor, mayor placer, mas cerca del límite me se, pero tengo aun mas ganas de alcanzarlo. La curiosidad mató al gato, pero en el fondo me muero por saber hasta dónde puedo llegar, hasta dónde es capaz mi cuerpo de sentir placer y no dolor como tal.


Siguió con los golpes, en mis pechos, en mi sexo, notaba el calor de mi humedad empapandome. Me pellizcó los labios, le resbalaban los dedos y sonreía, con su cara de "malo", al notar mi estado de excitación. Me puso pinzas en los labios y al cabo de un rato las hizo saltar con la fusta. Me dolió mucho y no pude mas que abrir aun mas mis piernas para que siguiera. Buscó con el dedo el punto mas sensible del clítoris, y empezó a jugar con él. Es una sensación realmente desagradable, pero me encanta que juegue así, es como una tortura, no puedo evitar intentar apartarme, los espasmos son insoportables, pero es una tortura tan dulce... Y cuanto mas lucho para escapar de dicha tortura, mas se recrea en ella. Me es tan difícil controlar el orgasmo... pero Él conoce muy bien mi cuerpo, y cuando estoy al límite para en seco para que no me corra. En ese momento lo mataría, pero también soy consciente que el juego se acabaría. Así que cierro los ojos, respiro hondo, y dejo que siga.

Estubo golpeándome el sexo durante largo rato, de vez en cuando algún dedo se escapaba para hurgar dentro de mi, o algunos, no lo se. Cuanto mas intenso era el dolor, mas me relajaba y me abandonaba a él. La tensión no deja que disfrutes del momento. Al cabo de un buen rato mi Amo me ordenó que me masturbara. Ante mi sorpresa me dijo que tenia todo bastante inflamado y se tenia que dejar descansar, para no lesionarme. Pero mi cuerpo pedía mas dolor... Ante su orden empecé a rozar mi clítoris con el dedo, mientras Él me penetraba con los dedos. Tiró de mis pezones, con el dolor en mis pechos pronto llegué a la cumbre y le entregué todo mi pacer a mi Amo, aunque me supo a poco, debo confesarlo. Cuando mi Amo dejó de golpearme, estaba rozando el orgasmo. Un orgasmo incitado únicamente por el dolor es mucho mas placentero que cualquier otro orgasmo, bien que es una sensación muy diferente, aun así la cumbre es mucho mas duradera, latente e increíblemente mas fuerte que de cualquier otra manera. Para mi Amo, mi seguridad es mas importante que todo el placer que pueda sentir, tanto Él como yo. Y aunque alguna vez pueda quedarme "a medias" debo darle las gracias, primero por dejar que sienta placeres tan intensos en sus manos, y segundo, por velar por mi siempre, e imponer mi seguridad a su propia satisfacción. Y es que Él es sádico, si, pero yo soy así de masoquista, tal para cual!

Después de la sesión me tapó con el edredón, para que no cogiera frió, y estuvimos hablando de las sensaciones vividas durante aquel rato. Fue una buena sesión, nos lo pasamos muy bien ambos, una buena manera de darme la bienvenida a su casa. Así fue la primera de las sesiones del fin de semana, habría mas después...

4/11/09

De mis amigos de la sala

Hace unos meses que conocemos una serie de personas, anónimas en su mayoría, que son afines al BDSM. Solemos hablar de muchas cosas, aunque pocas veces hablemos del tema en cuestión. Hay muchas risas, alguna que otra "fantasmada", mas risas y mucho respeto y buen ambiente. Nos reunimos a diario en una sala de IRC (si me dan permiso los OP pondré el enlace a su web para quien quiera visitar la sala o escuchar su radio). Mientras estamos en la sala puedes leer las conversaciones de Amos y Amas con sus sumisos y sumisas,entre ellos, entre Doms y sumisos sin dueño, en fin, de todas las convinaciones que hay y por haber.

Esto nos invitó, a mi Amo y a mi, a hacer una reflexión de cómo se podría "catalogar" nuestra relación D/s. En su día ya hablé de mi opinión sobre el protocolo, de hecho el pensar así me ha traído mas de un dolor de cabeza, pero no es el tema del que escribo. En cuanto a dicho protocolo, nuestra relación es muy poco protocolaria, es verdad, pero en ningún caso nadie ha faltado el respeto a nadie por no "cumplir" una serie de normas que alguien estableció como bases para una serie de prácticas sexuales que puedan influir en un modo de vida y de ver la sexualidad. La gente de la sala que ha leído mi blog y me ha comentado sobre mis palabras, me hablan de la autenticidad de mis pensamientos y sentimientos sumisos, algunos han llegado a decir que soy una gran sumisa, otros incluso han envidiado el hecho que pueda sentir lo que siento (me halaga mucho que puedan decir ciertas cosas, aunque sigo sintiéndome una aprendiz que acaba de empezar con esto), y por el contrario, nosotros no nos regimos por ninguna norma preestablecida.

Mi condición de sumisa no me transporta a un estado de inferioridad frente a mi Amo, ni frente ningún otro Amo. Por encima de todo somos personas. Y en eso nos basamos. Cuando estoy con mi Amo, no interpreto ningún papel, simplemente mi persona es como es y así Él me acepta, igual que yo acepto a mi Amo en su totalidad. Es bello poder hablar de todo, que los dos opinemos y hagamos opinar, que la comunicación y la transparencia rija nuestro modo de ver el BDSM, que el disfrute mutuo sea el pilar de nuestra vida en común. Simplemente Su placer es el de saber que puede hacer conmigo lo que le plazca, y mi placer es saber que le pertenezco y lo mucho que disfruto siendo usada por Él.

En el canal hay muchas parejas que se basan estrictamente en el protocolo, a mi modo de verlo es demasiado frió, en la sala somos todos amigos y las formas sobran, lo que cuenta es el fondo. Y por suerte la gran mayoría de la gente accede a la sala, como quien va al bar de la esquina a tomar una cerveza con los amigos, da igual su condición, su edad, su procedencia o sus maneras, lo que cuenta es que nos une una afinidad y una muy buena amistad.

Desde aquí les mando un gran saludo a todos y un besazo. MUAKA!