16/6/10

Imaginacion...

Como cada vez que lo iba a visitar lo llamó por teléfono para que bajara a abrirle la puerta. Aquel día todo parecía extraño, algo le rondaba la mente, sabía que el encuentro sería diferente. Él apareció por la puerta del ascensor, y su gesto era serio, más que serio era severo. Normalmente la recibía con una sonrisa, aun asi ella tampoco se extrañó.

Le abrió la puerta y le dió un beso a los labios. Mientras se dirigían al ascensor, le preguntó como le había ido el viaje y si había encontrado bien un lugar por aparcar el coche. Ya dentro el ascensor él la puso de cara al espejo, sin más le ató las manos a la espalda con unas esposas mientras le mordía el cuello. Entonces sacó un pañuelo de su bolsillo y le tapó los ojos. La excitación era máxima, las manos se perdían en mil caricias por debajo la ropa de aquella mortal, la cogió por los cabellos mientras la penetraba con los dedos por debajo la falda. Ella gemía, no decía nada, sólo sentía, sólo se excitaba. Cuando llegaron al piso correspondiente, él sacó los dedos del interior de su prisionera y se los metió en la boca. Después la besó, un beso profundo, largo, excitante, con sabor a sexo. Salieron del ascensor y él la guió hasta la puerta, ella tenía una sonrisa perversa dibujado a los labios.

 Ya dentro el piso él cerró la puerta detrás suyo, y la guió hacia el sofá. Con un gesto seco la tiró encima del sofá,  y sin más preámbulos se desabrochó los pantalones y la penetró a embestidas casi desesperadas. Ella gritaba de placer, él le metió los dedos a la boca para acallarla mientras se dejaba caer dentro de sus entrañas, penetrándola hasta el fondo a cada embestida. Ella se cogía fuerte a las esposas, él seguía con sus movimientos frenéticos...

Entre aquel baile de cuerpos él cogió una verdura con una forma descaradamente fálica, salió de dentro de su presa y la penetró sin piedad con su nueva herramienta. La dejó en su interior unos instantes mientras con los dedos jugaba a dilatar el agujero más pequeño de su anatomía. Ella se ofrecía, inmóvil, prisionera, entre gemidos y respiraciones profundas. El juguete de su compañero abandonó su sexo para introducirse poco a poco a su nueva cavidad, entró sin dificultades. Tanta excitación no se había visto nunca entre aquellos dos amantes.

 Entonces entró en acción una nueva verdura, casi gemela que la primera, y la introdujo en su sexo poco a poco, para acabar en movimientos sincronizados con su hermana gemela, cada una en un agujero, cada una dando placer indescriptible a una víctima inmóvil, excitada, sodomitzada con una brutalidad maravillosamente placiente. Llena del todo por aquellas herramientas que su compañero disfrutaba de hacer entrar y salir de su anatomía tuvo un orgasmo brutal.

 Él la cogió como quien coge una muñeca de trapo, le dió la vuelta, y cogiéndola por los cabellos le penetró la boca hasta la garganta. Ella saboreaba cada centímetro de piel que su compañero le ofrecía a probar, y al poco rato le llenó la boca con todo su placer, y ella lo bebió todo, hasta lo ultima gota. Entonces él le destapó los ojos, su mirada era tierna, la de ella era de agradecimiento, de felicidad. Y se besaron en la boca con ternura. Le quitó las esposas y se abrazaron fuerte mientras se decían al oído lo bien que se lo habían pasado ambos.