1/7/09

Hasta dónde...

Muchas veces se me plantean dudas acerca de mis límites, no sé si tomarlos como un reto personal que debo superar o bien como una cima que debo alcanzar algún día. A veces la escalada se hace difícil, la pendiente, según la situación, es muy empinada y cuesta dar un paso adelante. Lo bueno es que si la cuerda te sujeta con fuerza acabas subiendo la rampa, y el esfuerzo siempre vale la pena. El paisaje que se puede ver desde un poco más arriba es precioso.


Aquella fue una sesión de “castigo”. Por la mañana mi Amo se había entretenido con mis pechos, los cuales aun tenía algo doloridos, y esa tarde la sesión sería bastante dura. Sé que el dolor me da placer, pero en su justa medida, si la justa medida es durante demasiado tiempo digamos que el dolor empieza a doler. Así fue, los fustazos se sucedían uno detrás de otro sobre mis pechos, entre otras partes de mi anatomía, pero como ya he dicho, mis pechos estaban algo sensibles por el calentamiento de la mañana. La excitación y el placer que sentía eran enormes, hasta que en un momento concreto mi mente se colapsó. Yo me colapsé. Lo que parecía que sería un orgasmo de los que hacen historia se convirtió en el arranque súbito de una llorera desconsolada. En ese momento sentí dolor, supongo que me preocupé más de intentar saber hasta dónde aguantaría mi cuerpo que del placer del momento. Fueron unos instantes en los que tuve que reconducirme a mí misma, me vi en manos de mi Amo que por primera vez me castigaba más de lo que yo creía poder aguantar, el placer que sentía dejó de ser placentero, y unas lágrimas que nunca antes habían aparecido lo hicieron, hasta el punto de preguntarme por qué estaba en aquella situación y no lo detenía con la palabra de seguridad. La primera de mis preguntas fue que si detenía el juego en ese momento ¿defraudaría a mi Amo? La respuesta, que estaba más que hablada con Él, era NO. Y lo sabía con certeza, pero aun así en aquel momento lo puse en duda. Otra de las cosas que me pasaron por la cabeza fue que si mi cuerpo pertenecía a mi Amo, entonces Él podía disponer y hacer lo que quisiera con ese cuerpo. No, esto no funciona así. La verdadera cuestión vino cuando en mi desesperación voluntaria me miré desde fuera de mí y le pregunté a ese cuerpo dolorido por qué estaba allí aguantando unos golpes que no eran de su total agrado. La respuesta fue muy simple, porque en esos golpes buscaba placer, el placer de entregarme, el placer del dolor, el placer de dar placer a mi Amo.


Supongo que a la gran mayoría de las sumisas se les presenta la duda de hasta qué punto el no querer defraudar a su Amo puede llevarlas a hacer cosas que no deseen hacer. A ver si puedo explicarme para no herir sensibilidades ajenas. En mi caso no aguanté por Él, aunque reconozco que se me pasó por la cabeza. Lo hice por mí. Creo que cuando se rompe la barrera de un límite preconcebido el miedo te invade por la incertidumbre de hasta dónde puedes llegar, eso te lleva a justificar el por qué no lo detienes con cualquier excusa, ya sea la de no defraudar al Amo o cualquier otra. Desde ese día soy consciente que, aunque no pueda decir aun que tengo límites concretos, si tengo límites preconcebidos, y a cada paso que doy es un poco más difícil cruzar la barrera, y eso a veces me asusta. Mi gran suerte es que en manos de mi Amo no voy a la aventura, se que Él es consciente y sabe lo que hace en cada momento, y aunque tenga mis miedos, eso me da mucha confianza y tranquilidad.


Volví a tomar las riendas de mi misma en ese momento. Dejé de sentir dolor, las lágrimas cesaron, la serenidad me invadió de nuevo y de nuevo volvió la excitación que hizo del dolor intenso que sentía un placer inexplicable. Mi Amo no quiso que me corriera en ese momento, me costó un gran esfuerzo aguantar pero no lo hice. Después tendría mi recompensa, valió la pena el esfuerzo, valió mucho la pena.


Después de la sesión mi Amo y yo hablamos de cómo se había desarrollado, de lo que habíamos sentido. Mi Amo me dijo "ves lo que pasa si quieres correr más de la cuenta? Se que podías aguantar la intensidad, pero lo he alargado más de la cuenta para que vieras que si cruzas la linea puedes dejar de sentir placer. Otro día di la palabra de seguridad. Hoy he parado, otro día quizás no lo haga". Me quedé sin palabras, como si hubiese leído mi mente supo todo lo que se me había pasado por la cabeza en mi "colapso". Supongo que ese fue el primero de muchos colapsos que aun me esperan, cada vez la rampa es mas inclinada y los miedos cuestan un poco más de difuminar. No dejaré de usar la palabra de seguridad, eso lo tengo claro, pero hoy por hoy no me ha hecho falta, las manos que me guian son sabias y saben hasta donde llegar cada día, poco a poco, con paso firme, sin prisa, pero sin pausa.