4/8/09

Todo ha acabado (I)


Todo ha acabado. No hay nada que hacer. El destino me ha llevado hasta donde ahora estoy, i me he dejado arrastrar sin hacer nada para evitarlo, dejándome llevar sin oponer resistencia, simplemente me he dejado hacer, he dejado que todo esto pasara. Me siento vacía. El goteo de pensamientos negativos me invade por dentro, me inunda completamente i me llena las entrañas, pero aun así me siento vacía. No puedo expresar nada, mi mirada se ha fundido como el rímel que resbala por mis mejillas i me dibuja una expresión dramática casi perfecta, que refleja mi alma.

Mi cuerpo no responde, yo no respondo, siento temblores, sudores, frio, calor, no sé qué me pasa i no quiero pensar en todo lo que me ha hecho decaer. Sigo intentando no pensar, no notar el dolor, evadirme en algún pensamiento lejano, me voy a mi infancia, he caído del columpio, por eso me duele todo el cuerpo, i me siento mal porque no he previsto la caída. Lloro desconsoladamente, gimoteando, y no puedo decir nada, mis palabras se ahogan con la desesperación del momento. No me atrevo a abrir los ojos, la luz se me clava, sigo con los ojos cerrados, entreveo un rastro de luz que me quema la mirada y los vuelvo a cerrar, no puedo ver nada, no quiero ver nada. No quiero pensar en el porqué ha pasado así y no de otra manera, simplemente no pienso, bueno, sí que pienso, pero intento alejarme de la realidad, es demasiado cruda y violenta. Sigo en mi columpio, al menos eso intento.

Tengo sed, i el agua está demasiado lejos para cogerla. Tengo los labios rotos, cortados, heridos del último beso que se me ha calvado como una navaja afiladísima y me ha dejado una herida, muy profunda. Ahora está sangrando, dentro de un tiempo será una cicatriz que exhibiré con orgullo, he superado la prueba. Aun siento mi cuerpo dolorido, el columpio me ha jugado una mala pasada, aun me da rabia haberme caído, me he pelado las rodillas, las tengo doloridas de estar a tu lado, y el dolor se torna soportable, hasta placentero.

Las manos aun me tiemblan, casi ni soy capaz de tirar de la sábana para taparme. Estoy desnuda, no me avergüenzo, pero el sudor que cubre mi piel me da escalofríos, los temblores no cesan, me acurruco como un gatito y acerco la espalda a la almohada. La espalda me duele, no soporto que la almohada me la toque, pero el frio puede más que el dolor y no me muevo.