5/8/09

Todo ha acabado (II)


El alma me duele, duele más que las rodillas arañadas, que la espalda dolorida, que el frio punzante que me corta la piel, que el labio que aun sangra, que todo el cuerpo que aun es incapaz de responder. El alma me duele. El vacio que me llena por dentro hace que todo lo que me pasa por dentro suene con el eco ensordecedor de una catedral gótica, donde las gárgolas me miran y se ríen de mi, de mi estado lamentable, donde los contrafuertes me señalan con los dedos de piedra, donde la inmensidad de la nave me recuerda una y otra vez lo pequeña e insignificante que soy, donde las cristaleras de colores me recuerdan que ahora soy en blanco y negro, donde el campanario me recuerda desde donde he caído, donde las hileras de bancos me obstruyen el paso hacia la salida, donde las escenas y las estatuas me observan y se mofan de esta pecadora, hasta el Cristo de la cruz encontró un alivio en su tortura, y lo veo con el rostro sereno y lleno de paz, y me echa en cara mi tormento sin decirme nada. El eco de las risas dentro de la catedral me desespera, tengo ganas de huir, quiero irme de aquí y no encuentro la salida, me cruzo una y otra vez con todas estas imágenes que se ríen de mi, que me hacen pequeña, me siento indefensa, tengo miedo, pánico, tengo que salir de aquí, me estoy volviendo loca, y la salida no está por ninguna parte. El infierno jamás había estado tan cerca de una mortal.



El latido de mi corazón se escucha por cada rincón de la habitación, el silencio que hay es más propio de una tumba que de un piso de ciudad, quizás es mi corazón que enmudece el trafico y la gente de la calle, el televisor del vecino o el llanto del bebe del segundo. Solo siento el bombeo de sangre a mis oídos, se repite constantemente, me desespero, si se puede, aun más. Quiero gritar, pero no tengo aliento para hacerlo. Quizás merezca lo que me está pasando. Sé que lo merezco. Yo he querido que así fuera. A lo largo de todo este tiempo he pedido a gritos, en cada decisión, en cada mirada, en cada uno de mis gestos, de mis palabras, que todo esto pasara. No me sirve de nada lamentarme ahora, no me sirve llorar, ni sentirme mal, humillada, usada, inútil como un objeto guardado en el armario del desván. He querido que fuera así.