16/11/09

Historia de un látigo

Aun estoy dolorida, tengo la sensación que ciertas partes de mi anatomía llevan la calefacción al máximo. Será fiebre local? No, no lo es.

Este fin de semana ha sido... no se como puedo definirlo. Doloroso en muchos aspectos, si, así seria la definición. Pero dolor de los dos tipos, del que hace daño y del que da placer.

Hice algo que no le sentó bien a mi Amo. Tal y como lo habíamos hablado con anterioridad, no se lo oculté. Pero, aunque fui sincera y en un principio pensé que no tenía ninguna importancia, pude sentir que a mi Amo le afectó, que , aunque de antemano podía olerse que algún día podía hacer algo similar, el hecho que lo hiciera lo decepcionó. Sentir la tristeza de mi Amo fue peor que si me clavaran un puñal. Me supo mal, no quería hacerle daño... pero lo hice.

El sábado por la noche nos encontraríamos en el hotel de siempre. Hacía mucho que no íbamos al hotel, últimamente cuando nos vemos me instalo en su casa. Pero era un encuentro fugaz, así que quedamos a mitad de camino. Debo reconocerlo, tenía miedo. Miedo de enfrentarlo cara a cara, miedo a que los hechos hicieran que cambiara algo entre nosotros, miedo al castigo.

No se si lo habré comentado alguna vez, pero mi Amo jamás me ha castigado. Me ha dado dolor, y no en pocas cantidades, pero jamás me ha castigado de forma literal. Además me conoce demasiado, y sabe por donde puede hacerme el mayor daño. Y lo reconozco, que cuando pensaba en el castigo sentía pánico, porque sabía que no sería capaz de aguantarlo, seguro.

Yo y mis remordimientos de consciencia nos fuimos a una tienda, estuve mirando un rato, diferentes cosillas me llamaron la atención, pero una en especial me llamó por mi nombre para que la comprara. Era consciente que si mi Amo tenía intención de castigarme era porque así lo creía conveniente, porque lo merecía. Entonces abrí mi cartera y lo compré: un látigo.

El látigo de mi Amo era terrorificamente hermoso, pero debe estar en alguna de las dependencias de la Guardia Civil (o en casa de algún agente), ya que se lo confiscaron en un control... era un arma peligrosa! Así que yo no había tenido aun el placer de probar el cuero en mis carnes. Me daba muchísimo respeto el pensar en ser azotada con un látigo, pero en ese momento no se me ocurría una forma mejor de pagar mis culpas.

Llegué al hotel. Mi Amo me estaba esperando. Me besó y me abrazó con mucha fuerza, me sentí tan bien en sus brazos... Cogí el collar de mi bolso y se lo dí, le dije que me lo pusiera. No sabía si merecía llevarlo, así que lo dejé en sus manos. Me lo puso. Le pedí que esperara cinco minutos en el bar antes de subir a la habitación, y me los concedió. En la habitación me quité toda la ropa, me quedé sólo con el collar puesto, cogí el látigo y me arrodillé en el suelo, a los pies de la cama. Sentada sobre mis pies, las manos en las rodillas, la cabeza baja y el látigo en mi boca, esperaba que mi Amo abriera la puerta, impaciente y aterrada a la vez. Entonces apareció. Se acercó a mi, cogió el látigo de mi boca y me acarició la cabeza. Yo no tenía valor para mirarle a los ojos, así que los cerré, apoyé mi cabeza en sus rodillas y sentí sus dedos enredándose en mi pelo. Entonces fue a por la correa, la enganchó al collar y me hizo levantar. Nos abrazamos muy muy fuerte. Nos besamos largamente. Fue un momento que no olvidaré.

No hubo castigo. Estuvimos hablando un buen rato, mi Amo me dijo que había captado mis intenciones de ser castigada, y que no podía castigarme por una cosa que ya habíamos hablado con anterioridad, por mejor o peor que se lo pudiese tomar. Aun así me seguía sintiendo mal...

Por fin sentí el cuero en mis carnes, en los pechos, en mi sexo, en mi culo, en la espalda,... Ufffffff! si es que cuando lo pienso se me pone la piel de gallina! Fue hermoso, ambos disfrutamos muchísimo del momento. Fueron dos sesiones, una por la noche y otra al día siguiente, después de haber dormido abrazados toda la noche.

Por cierto, a mi Amo le encantó el regalo. Y a mi también.... aun tengo la sensación que ciertas partes de mi anatomía llevan la calefacción al máximo. Será fiebre local? No, no lo es. Es por las caricias del cuero en mi piel, que siguen latentes y me recuerdan lo maravilloso que fue el encuentro.

Gracias mi Amo, por ser como eres, por hacerme sentir tan afortunada por pertenecerte, y por todo lo demás...