16/6/09

Confianza plena

Ese día habíamos quedado donde siempre, a mitad de camino. Estábamos en el hotel cuando sacó de su bolsa una aguja estéril y me la mostró. Él sabía que me daban miedo las agujas, aun así dejé que acariciara mis pechos y mi cuello con ella sin dejar de mirarle a los ojos. Aunque estaba aterrada mi confianza podía mas que mis miedos, y con una sonrisa en la cara me dijo que no iba a usarla, que llegaría un día en el que seria yo quien se la pidiera. En mis adentros pensé "jamás". Pero sus palabras empezaron a dar vueltas por mi mente como el eco de un órgano, que se difumina en la catedral, que parece que jamás termina de rebotar y empequeñece al mortal que lo escucha.

Recuerdo que, en los días siguientes, llegué a plantearme el anillado, incluso hablé del tema con una amiga que lleva piercings en pezones y clítoris. Tenía miedo de las agujas, pero sinceramente el tema empezaba a calar en mi. Le pregunté a mi Amo si quería que me anillara, o si su intención era anillarme Él con sus manos, Me dijo "no hace falta, se que lo harías por mí, lo tengo muy claro que lo harías, pero la recuperación es lenta, y puede infectarse, y eres demasiado valiosa como para ponerte en riesgo de nada. Por mi es como si ya lo hubieras hecho". La verdad es que tanto lo había meditado que sus palabras me "deshincharon", me quitaron la ilusión de lucir un par de aros preciosos. Pensé incluso hacerlo por mi cuenta, pero la recuperación impediría a mi Amo usar mis pechos durante un tiempo, y a Él le encantan mis pechos. Además no lo haría sin su consentimiento, pero realmente yo los quería? para no perder la costumbre me comí la pelota.

Días después, en una pausa de la sesión, me abalancé sobre su bolsa, cogí una aguja y la coloqué en su mano, y mirándole a los ojos cerré sus dedos. Me tumbé boca arriba, con los brazos y las piernas abiertas, para que hiciera lo que quisiera con ella. Miró la aguja, me miró a mi y la desenfundó. Como si fuera un apéndice de su mano me acarició con ella, el cuello, los pechos, el sexo, los muslos, el vientre. Mi respiración se agitaba, mi corazón latía con fuerza, y el miedo que sentía se fue convirtiendo poco a poco en abandono, en paz, en serenidad y excitación. Mi Amo volvió a enfundar la aguja y me preguntó por qué lo había hecho, mi respuesta fue muy clara, "porque sabes mis miedos, sabes en cada momento hasta donde debo llegar para que no surjan miedos en mi, y por tanto límites, y porque quiero que sepas hasta que punto confío en ti". A lo que me contestó "ya lo se, por eso no la he usado".