13/6/09

Pequeñas reflexiones, grandes conclusiones

Ese día me llamó por teléfono, yo estaba andando por la calle, sabía que era Él, contesté. Me dijo que estaba viendo unos modelitos que me encantarían, sabía que era cierto, conoce perfectamente mis gustos. Me preguntó si tardaría mucho en llegar a casa, contesté que unos diez minutos. Dijo que iba a ofrecerme Su collar, y que necesitaba saber el diámetro de mi cuello. Me emocioné, me sentí afortunada, feliz, eufórica, halagada,... Dijo que me llamaría al cabo de un rato. Aun recuerdo por dónde estaba al recibir la llamada, estaba mirando el escaparate de una joyería. Arranqué a correr hacia mi casa. El teléfono volvió a sonar, ya tenía la cinta métrica al rededor de mi cuello. Ya habíamos hablado del collar algunas veces, de su significado y su valor. Sé que hacía poco que nos conocíamos, aun menos tiempo que nos veíamos, pero mi Amo iba a ofrecerme el collar! Primero me embriagó un sentimiento de euforia, después siguieron algunas dudas, y finalmente las reflexiones.


Él es un Amo experimentado, hizo una apuesta conmigo y salió ganando (mejor no apostar nunca nada con Él), pero realmente estaba preparada para aceptar el collar? Era novata, ignorante, me faltaba tanto por aprender... Veía y leía experiencias de sumisas por la red, por la mañana, por la tarde, por la noche, quería empaparme de este mundo para saber más y más, para no ahogarme en él. Me aprendí mucha teoría, leí muchos contratos, y no estaba de acuerdo con muchas de las cosas que decían esos documentos, entonces, si no aceptaría firmar un contrato de sumisa, estaba preparada para recibir el collar? Uffff! Cuantas vueltas le dí a la cabeza, cuantas horas pensé si era merecedora de tal honor, llegué, como no, a una conclusión, si mi Amo creía que lo merecía era porque así era. Y siguió el torbellino de preguntas. Por que yo? Qué me hacía merecedora del collar? Por mas vueltas que le daba no sacaba respuesta. Seguí leyendo contratos, seguí con mis comederas de coco, el día se acercaba y aun me sentía inmadura, dubitativa, hasta que me paré y, como mala estudiante que siempre fui, empecé a subrayar lo que si aceptaría de cada contrato. Era la entrega, lo más importante era la entrega.

Recordé la primera vez que estuve con mi Amo, en lo que me dijo sobre mi forma de entregarme, mi espontaneidad, mi dar todo desde el alma, sin condiciones, sin esperar nada a cambio. Era eso lo que hizo que decidiera entregarme el collar. Muchas veces pensé en si tenía razón, pero yo ya había dado algún paso mas, y empezaba a mirar hacia atrás para ver si los pasos hechos eran firmes para seguir adelante. Ese no era más que otro paso, más importante, si cabe, pero otro paso que debía dar. Llegó el día, quedamos dónde siempre para ir hacia el hotel, estaba esperándome fuera del coche, con las manos en los bolsillos, su mirada altiva y su abrigo largo. Me hizo entrar en su coche, me quitó el pañuelo que llevaba en el cuello, me besó y me puso el collar. A medida, perfecto, precioso.


Una vez solos en el hotel me quitó el collar, nos bañamos juntos, estaba tan guapo ese día... le brillaban los ojos como nunca. Salí, le tendí una toalla y lo ayudé a secarse, y así, desnudos de ropa, desnudas nuestras almas, me preguntó: "sabes a quien perteneces?" "a ti, mi Amo", contesté, "y sabes quién va a usarte, cuidarte y protegerte siempre?" "tu, mi Amo", sin más protocolo, sin más preguntas, sin ningún contrato de por medio, de nuevo me puso el collar. En aquel momento surgió un nuevo sentimiento en mi, tardé algún tiempo en darme cuenta de qué era, pero se clavó en mi alma ese "algo" que me hacía sentir más que bien, y precisamente era "eso" lo que mi Amo quería de mi, ni la entrega, ni la obediencia, solo el tiempo me diría que eso que sentía era el hecho de saberme Suya. Lo demás, obediencia, entrega,... vendría solo.